Deuda buena, deuda mala

Por Renzo Perocarpi

Tienen que aprender a distinguir entre deuda buena y deuda mala. ¡Y sí, hay una gran diferencia! La deuda mala es la que usas para comprar cosas que pierden valor y no te generan ni un peso. En simple: no es inversión, es gasto. Si te endeudas para comprarte un auto nuevo, un celular o algo solo “para tirar pinta”, estás metiéndote en un hoyo financiero.

Miren el caso del auto: lo sacas del concesionario y ese mismo día ya perdió un veinte por ciento de su valor. Encima, el crédito que te dan por ese auto tiene una de las tasas más altas del mercado —más del 25 % anual—. O sea, si lo pagas en cuatro años, terminas pagando el doble por algo que vale menos de la mitad. Y peor aún: usas tu capacidad de crédito y terminas pagando una cuota gigante por algo que no te da ningún ingreso. ¡Una locura total!

A eso súmenle el seguro, la patente, la mantención… pura pérdida.

¿Necesitas de verdad un auto? Compra uno usado y barato. Te lleva igual, tiene las mismas cuatro ruedas y encima pasarás más piola, evitando asaltos y portonazos.

Ahora, la otra cara de la moneda es la deuda buena.

Y te lo digo claro: ¡a mí me encanta la deuda! La mayoría de mis empresas viven endeudadas, pero con deuda buena. Esto se llama apalancamiento: usar la deuda como palanca para hacer crecer tu negocio. Si el negocio es rentable y te deja más ganancia que el interés que pagas, estás ganando con plata prestada. ¡Esa es la magia! Sin ese apalancamiento, muchos negocios no existirían.

No hay que tenerles miedo a los bancos ni a las deudas, lo importante es para qué las usas.

La mayoría de los grandes empresarios y millonarios tiene deuda —y mucha—, pero la usan para crecer, no para perder plata.

Todos tenemos una capacidad de endeudamiento, pero hay que usarla con cabeza.

Usen la deuda para generar ingresos, no para vaciar el bolsillo.

Así de simple: esa es la diferencia entre deuda buena y deuda mala.