Deja de lucirte

Por Marcelo Contreras

“Tener habilidades llamativas es fantástico, pero el groove, el sentido del ritmo y la capacidad de escuchar, reaccionar y contribuir a la conversación musical son imprescindibles”. El posteo de Primus, clásicos de los noventa, a la búsqueda de un baterista que reemplace al fenomenal Tim “Herb” Alexander, que se retira para focalizarse en su vida privada y otros intereses, puso hincapié en un detalle fundamental cuando se trata de virtuosismos al interior de una banda: cómo lograr que domine el diálogo y el complemento, antes que los lucimientos personales.

El primer power trio de la historia, Cream, sucumbió luego de tres años de meteórica carrera. Se desbandaron en 1968, no sólo por el tedio de las giras, las malas relaciones personales y un descontrolado consumo de drogas con la heroína de cabecera, sino porque Eric Clapton (guitarra), Jack Bruce (bajo) y Ginger Baker (batería) habían perdido la capacidad de comunicarse debido al volumen ensordecedor, y largas improvisaciones inconducentes más propias del jazz, pero sin las sutilezas del género. Hacia el final de su trayectoria, en 1968, no eran más que tres tipos tocando cada uno por su cuenta. “Estaba harto de la cuestión del virtuosismo —declaró el guitarrista en Clapton: The Autobiography (2007)—. Nuestros conciertos se habían convertido en nada más que una excusa para que nos exhibiéramos”.

El rock progresivo, duramente vapuleado por la economía de acordes del punk en la segunda mitad de los setenta, tuvo un segundo aire cuando abandonaron las largas e intrincadas suites por composiciones más concisas y directas, el camino elegido por Genesis, Rush y Yes rumbo a los ochenta.

Durante esa misma década, el virtuosismo en la guitarra siguiendo el molde de Eddie Van Halen, decantó en una pléyade de clones difíciles de distinguir. Para los aspirantes a músicos era una genuina inspiración, pero la velocidad y la acrobacia incendiaria en las seis cuerdas se convirtieron en un dudoso sinónimo de calidad.

El grunge reacomodó las piezas en torno al formato canción, aun cuando algunas de esas bandas contaban con músicos técnicamente dotados, pero conscientes de que el público había tenido suficiente de aburridos malabarismos.