Una nueva alerta nos está acechando. El Programa Mundial de Alimentos de la ONU advirtió que se podría llegar a los 47 millones de personas con inseguridad alimentaria grave en 2022, y que el planeta podría enfrentar en las próximas décadas una “ola de hambre sin precedentes”. Pero no todo está perdido. Sólo imaginar el potencial que tienen la ciencia, la innovación y el emprendimiento para ayudar a la humanidad, me hace pensar que tenemos maneras de salir adelante pese al sombrío panorama.
Las razones son varias. Por un lado el conflicto entre Rusia y Ucrania ha significado un aumento en el costo de la vida debido a la escasez de productos básicos como los granos y el aceite. Pero además, la crisis climática y las sequías están transformando la agricultura. Menos agua disponible significa que hay menos recursos para que las plantaciones produzcan lo necesario. Si a esto le sumamos el aumento anual de la población, progresivamente la demanda será mayor que la oferta, y los alimentos no alcanzarán para todos.
Mi intención no es ser pesimista y decir que todo está perdido, porque de hecho, no lo creo así. Pero sí adhiero a la postura de que es necesario cambiar el foco y realizar acciones concretas para darle un giro de timón a este barco que va directo a la escasez alimentaria. Y nuevamente propongo al emprendimiento y la innovación como un faro de luz frente a estos desafíos.
De hecho, nuestro país cuenta con varios ejemplos que, de la mano de Socialab, buscan aportar a los diferentes problemas que hoy nos aquejan como sociedad a través de la innovación. Considerando la crisis medioambiental que vivimos Recylink, a través de su formato de marketplace de residuos, permite a las empresas gestionar sus desechos reciclables centralizando la data y uniéndolos con receptores; Goodmeal, reduce la pérdida de alimentos en supermercados y restaurantes a través de la recolocación de estos en una app. En la misma línea Photio, generó un aditivo para pinturas, concreto y otras superficies que absorbe el CO2, mientras que Ecofibra convierte desechos textiles en aislantes de última generación para viviendas, demostrando que, la mal entendida basura, puede ser utilizada con I+D.
A ellos, se suman The Live Green Co que utiliza la tecnología para la investigación y desarrollo de alimentos de origen vegetal. Agrourbana es la primera empresa de agricultura vertical en Latinoamérica dedicada a la producción de hortalizas aplicando tecnología avanzada y procesos responsables con el medio ambiente. Done Properly crea ingredientes bioprocesados a partir de tecnologías de fermentación, mientras que Food for the Future convierte residuos orgánicos en productos para la alimentación de aves, mamíferos y peces. Lo propio hace Kriket al transformar el poliestireno expandido en alimentos proteicos utilizando larvas.
Estas startup, que surgen desde Chile, son una muestra de cómo el emprendimiento es capaz de crear, innovar y entregar soluciones disruptivas ante situaciones críticas. Y lo hacen porque los desafíos globales de la envergadura que estamos viviendo hoy necesitan formas de abordarlos que nos hagan pensar fuera de la caja.
Necesitamos eso sí, enfocarnos en el trabajo colaborativo en torno a un mismo fin, en generar las instancias para que el talento humano despliegue lo mejor de sí, fortalecer redes con innovadores de todo el mundo y por sobre todo, creer y confiar en nuestros emprendedores.