Viña del Mar no nació como ciudad turística, sino que su concreción, como tal, se debió a un proceso que tuvo detrás personas visionarias que hacia la segunda y tercera década del siglo XX planificaron un futuro en donde se buscó el justo equilibrio entre ciudad residencial, industrial y balneario, justo complemento a un Valparaíso que actuaba como nodo económico–empresarial, epicentro de salud pública y privada, así como también, centro educacional universitario y escolar de calidad.
Como bien se sabe, el origen de Viña del Mar estuvo ligado al trazado ferroviario entre Valparaíso y Santiago. La construcción del tren se inició en la ciudad puerto y tuvo como primera etapa una estación en la futura comuna, en 1855, cuando la posterior “ciudad jardín” aún pertenecía a los términos jurisdiccionales del municipio de Valparaíso. Después, ya consolidado el proyecto comunal en 1874, se inició el proceso de urbanización, cuya etapa más emblemática fue planificar la llamada población Vergara, siendo la avenida Libertad su eje estructurante e icónico.
Sin embargo, en las primeras décadas de su historia no se pensó la nueva ciudad como un sitio turístico, sino más bien como un espacio de proyección para los habitantes de Valparaíso, cuyo crecimiento natural hacia el norte terminó por generar nuevos sectores de potencial urbano, como lo fueron Recreo, el cerro Castillo y el sector de Agua Santa, estos dos últimos, intensamente edificados después del terremoto de 1906.
Pero Viña del Mar también fue pensada como ciudad industrial. Los escasos terrenos en el plan de Valparaíso obligaron a buscar nuevos emplazamientos en la nueva ciudad vecina, en especial, en el borde costero como, por ejemplo, caleta Abarca, y la franja de la actual avenida San Martín, desde 8 Norte hasta la actual avenida Jorge Montt. Lo mismo ocurrió con la franja ferroviaria desde la estación de Viña hasta el cruce de “La Lora”, ocupado por la legendaria CRAV.
Si bien se pensó también la ciudad para albergar segundas viviendas de connotadas familias santiaguinas, la idea de turismo distaba mucho de asemejarse a una comuna que tuviese dicha vocación. Solo en la década de 1920 esta tendencia comenzó a cambiar y gracias a la visión estratégica de un selecto grupo de ciudadanos, que entendieron muy bien el perfecto complemento entre Valparaíso y Viña del Mar, es que comenzó a consolidarse la idea de ciudad-balneario, un nuevo paradigma que sería, con el correr de los años, el objetivo principal por desarrollar.
Los baños de Miramar, el balneario y piscina de Recreo, el Casino Municipal, el balneario de Las Salinas, la piscina de 8 Norte, el estadio y velódromo del Tranque, la gran medialuna de El Salto, el camino costero a Concón y el Coliseo de 13 Norte, además de los hoteles O´Higgins y Miramar, no fueron obras que se forjaron fruto de la casualidad, sino que formaron parte de un proceso bien planificado y que tuvo en figuras insignes como Gastón Hamel de Souza, Manuel Ossa Saint Marie, Carlos Van Buren, Carlos Barroilhet y Eduardo Grove, entre muchos otros, personajes que vieron un potencial en la joven ciudad y, de una u otra forma, lo supieron concretar.
Hoy la ciudad presenta una nueva realidad que conlleva nuevos desafíos y, para ello, pensar estratégicamente es un camino necesario para repotenciar el atractivo turístico de la comuna, aunque esta vez, no solo para los posibles visitantes que esperan mejoras sustantivas, sino para sus numerosos habitantes que quieren mejorar su calidad de vida.