Fotógrafo de paisajes infinitos y amante del deporte aventura, tiene cuatro hijos, siete libros publicados y mil imágenes en la retina. Después de todo, treinta años fotografiando nuestra diversa y apasionante geografía, esa que nos roba el aliento y nos devuelve la capacidad de asombro, no es menor. “El mundo natural es una fuente de profunda belleza e inspiración. Y nosotros, los seres humanos, con nuestro nivel de evolución, deberíamos ser los garantes de perpetuar esa belleza y proteger los frágiles ecosistemas en que el viven algunas plantas y animales”.
Por Macarena Ríos R./ Fotografía gentileza de Augusto Domínguez
La fotografía es una forma de expresarme, que me conecta con los árboles, los ríos y las montañas. Una manera de estar en la naturaleza y vivir en contacto con ella.
Me encontré con la fotografía en mi época universitaria cuando estudiaba Publicidad. Nunca antes había tomado fotos. Un par de años después, nunca fui a un viaje sin ella.
Me especialicé en fotografía de naturaleza, porque me apasionan sus procesos y su belleza, y la fotografía es la excusa perfecta para perderme en sus bosques y montañas.
Busco repetir lugares en otras épocas. Las luces y la vegetación cambian, los coloridos son distintos y un mismo lugar es muy diferente en primavera que en invierno. Tierra del Fuego es un imperdible para fotografiar, sin duda. Los alrededores del lago General Carrera también, salpicado de glaciares, ríos e increíbles valles boscosos.
No existe la mejor hora para fotografiar, eso es muy relativo. Las luces arrastradas de la tarde o de la mañana suelen aportar un gran contraste y dramatismo a las fotos de paisajes. Si estás foteando aves, que para mí constituye una especie de terapia, los días seminublados y nublados no son un problema. El saber pararse en el lugar correcto es crucial.
DE NORTE A SUR
Mi pasión por la fotografía me ha llevado a conocer Chile muy bien y a adentrarme por valles insospechados. Luego de treinta años patiperreando por mi país, creo conocerlo bastante bien y me declaro un enamorado de su geografía extrema. Gracias a que somos una especie de isla biológica separada por océanos, montañas, desiertos y glaciares, y a que Chile posee más de 4.300 kilómetros de largo, tenemos prácticamente todos los climas del mundo.
Recuerdo nítidamente un viaje en kayak por la cordillera Darwin en el Parque Nacional Alberto de Agostini. Íbamos a navegar en forma autónoma durante catorce días y teníamos un itinerario que cumplir. Había que remar con sol o con lluvia, con mares calmos, viento u oleaje. Esto fue muy desafiante ya que las temperaturas eran muy bajas. En ese viaje hice fotos muy bellas en condiciones muy extremas. Eso me hace atesorarlas de una manera especial, que por cierto, fueron en diapositivas.
Mi mayor aventura ha sido llevar esta afición a nivel profesional y haber podido vivir durante más de treinta años de la fotografía, haciendo safaris fotográficos, clases de fotografía y armando productos con las fotos: agendas, libros, calendarios, magnetos o simplemente arrendando imágenes.
MOMENTOS PERFECTOS
Si hay algo que me ha enseñado la vida es que la perseverancia y la determinación son dos cualidades cruciales que debe tener alguien que se dedica a un oficio tan maravilloso como este. Nadie te regala nada, tienes que estar ahí, día a día reinventándote e intentando ser el mejor en lo que haces.
En fotografía de naturaleza hay que tener un poco de habilidad, paciencia, y profundo conocimiento de los protagonistas de las fotografías para reflejar la belleza del momento e incluso, a veces, lograr esa sensación de “estar ahí”. En ocasiones, tenemos aciertos tales como la fotografía de un ave alimentando a su cría. Otras veces se trata de una fotografía que se ha compuesto y creado cuidadosamente, con gran sutileza, pero en todas ellas hay detrás un ser humano sensible que estaba ahí, en el lugar correcto a la hora correcta. Sucede con poca frecuencia y de manera impredecible, pero de tanto en tanto, la vida ofrece momentos perfectos.
El mundo natural del cual formamos parte es una fuente de profunda belleza e inspiración. Y nosotros, los seres humanos, con nuestro nivel de evolución, deberíamos ser los garantes de perpetuar esa belleza y proteger los frágiles ecosistemas en que viven algunas plantas y animales. Siento que hemos ido perdiendo paulatinamente ese contacto y relación con la naturaleza y eso nos ha sumido en nuestros muros de cemento. La naturaleza dejó de formar parte de nuestras vidas.
Mis niños han crecido muy en contacto con los parques nacionales y para ellos es habitual que las vacaciones sean en carpa, con caminatas incluidas, días de sol, días de lluvia, termas, esperas al papá fotógrafo que se quedó al aguaite de un pajarito, y todos los devenires de una familia que se mueve y fluye como las aguas, al ritmo de la naturaleza. Agradezco infinitamente todas las oportunidades que me ha dado la vida.
Tener una pasión es lo que le da sentido a todo.
Creo que si este encierro, si este remezón no nos hace replantearnos nuestra vida, y reconsiderar la manera cómo hemos estado organizando nuestra sociedad, nada lo hará. Estoy cada vez más consciente de nuestra fragilidad como especie humana. El covid-19 nos recuerda que todas nuestras acciones, por muy pequeñas que sean, afectan a una totalidad.
Cuidar el medio ambiente que nos rodea y cuidarnos entre todos es un imperativo ético. Hoy más que nunca necesitamos reformular nuestros hábitos, vivir más livianos y ser sensibles con nuestro ecosistema.