Cuando hablamos del descubrimiento de América, nuestra mirada siempre apunta a Cristóbal Colón. Y si bien esa idea no está errada en su esencia, en cuanto a que el genovés fue el pionero del mundo moderno en el hallazgo europeo del “Nuevo Mundo”, también tenemos claro que dicho navegante nunca tuvo conciencia que estaba en un nuevo continente, pese a los cuatro viajes de exploración que alcanzó a realizar.
“Descubrir” es darse cuenta de lo que uno hace, es tomar conciencia absoluta de que estás frente a algo nuevo, de un hallazgo que otros antes no han observado, o incluso, constatar y afirmar lo que otros, pudiendo haberlo pensado, no se atreven a señalar ni a patentar.
Entonces, desde el punto de vista conceptual, Colón no descubrió América, ni tampoco lo hizo el vikingo Leif Erikson, quien casi quinientos años antes del genovés, estuvo en el “Nuevo Mundo”, en lo que hoy es la actual Canadá, en un lugar al que llamó “Vinlandia”, pero sin saber que estaba en América, específicamente en Terranova. No obstante lo anterior, en Escandinavia se suele señalar a Leif el “descubridor” del Nuevo Mundo, aunque también se menciona a su padre, Erik el Rojo, quien en verdad, fue el que impulsó aquellas notables travesías vikingas por el Atlántico norte.
Entonces, si no fueron Erikson ni Colón los verdaderos descubridores de América en cuanto a darse cuenta que estaban en “otro mundo”, ¿quién fue el pionero? La respuesta está en el nombre del continente y Américo Vespucio es el personaje clave en esta historia.
Son varios los autores que piensan con ciertos fundamentos que este personaje no tuvo los méritos suficientes para ser considerado como “el descubridor” del Nuevo Mundo y recibir el increíble premio de que su nombre pasara a la posteridad. Estos duros juicios apuntan a que no siendo un marino, un navegante, un emprendedor, se había aprovechado del momento propicio para realizar viajes como pasajero secundario y luego, tras observar el entorno, escribir hábiles cartas a personas influyentes que le posibilitaron alcanzar fama. ¿Es verdad todo lo anterior? Hay algo de eso, pero también muchos elementos silenciados que al conocerlos nos pueden cambiar profundamente la perspectiva. Vespucio no era un tipo cualquiera, pues cuando joven había sido formado en las Artes Liberales en Florencia gracias a un tío fraile, conocido humanista de la ciudad. Y además, había sido secretario de otro tío, diplomático de los Medici, con el que tuvo la oportunidad de viajar a Francia. Y cuando llegó a la adultez, fue el encargado de negocios de la propia familia Medici, en particular de Lorenzo di Pier Francesco, y como tal, llegó a Sevilla en tiempos de Colón, a quien conoció y fue su amigo.
Allí Américo fue testigo de muchos viajes trasatlánticos, a tal punto que quiso ir en una de las expediciones. Y como era una persona formada en el pensamiento crítico, comenzó a cuestionarse lo que otros afirmaban, en cuanto a creer que estaban en Asia. Se sabe que realizó dos viajes, y el segundo bastó para confirmar que lo que vio y recorrió (costa de Brasil y Argentina) no era otra cosa que un “Nuevo Mundo”. Además lo supo comunicar con una notable carta escrita hacia 1503, y un cartógrafo alemán, Martin Waldseemüller, en 1507, le premió con el nombre del continente: América.
¿Fue Vespucio un descubridor? Lo dejo a la reflexión, pero es claro que él sí tomó conciencia de lo que hizo, gracias a que tenía una mirada amplia y una capacidad de observar el entorno.