Lo que no vemos. David Burdeny

Por Jessica Luna, arquitecta

En la era digital, muchos críticos afirman que la fotografía no es un arte, sino más bien una tecnología. Otros sostienen que más allá de la técnica y el oficio, existe una creación artística en la fotografía, que expresa la intención y emoción de quien ha decidido inmortalizar la luz de un momento determinado. De igual forma opina el gran fotógrafo Ellion Erwitt, quien señala que la fotografía “poco tiene que ver con las cosas que ves y mucho más con cómo las ves”. Filosofía similar con la que trabaja el arquitecto y fotógrafo David Burdeny.

Burdeny (1968, Winnipeg, Canadá) es aficionado a la fotografía análoga desde su niñez. Realizó sus primeras impresiones en blanco y negro a los doce años. En sus inicios estuvo desempeñándose como arquitecto y fotógrafo hasta 2005, año en que, abrumado por ambas profesiones, se decantó por la carrera artística a tiempo completo. Al comienzo trabajó con la fotografía análoga en blanco y negro, sin embargo, en el 2008, en un viaje por Groenlandia, fue seducido por la luz dispersada por los glaciales y comenzó a capturar en color cada uno de sus trabajos, abandonando la monocromía. Luego, durante sus viajes en el 2012, que culminaron en la exhibición Traverse, decidió incursionar en la fotografía digital, la que lo ha acompañado hasta el día de hoy. David Burdeny realizó sus primeras exposiciones en 1992, la mayoría en Canadá, y posteriormente, desde 2006, en otros países como Estados Unidos, Italia, Bélgica y China. Su trabajo ha sido ampliamente publicado y reconocido con múltiples premios internacionales. Entre sus últimas premiaciones, fue seleccionado, en 2016, como Fotógrafo Internacional de Naturaleza del Año por su serie Salt. En la actualidad, vive en Delta, BC y trabaja en su estudio desde Vancouver.

Burdeny realiza sus fotografías principalmente en condiciones de escasa luz, próximas a la oscuridad, capturándolas con largas exposiciones, logrando detalles increíbles que van más allá de las representaciones literales. Lo que busca plasmar en sus tomas es su conexión más bien intelectual con estos lugares, así como las emociones que lo embargan en el proceso, capturando el silencio y la soledad mediante símbolos y narrativas en ese instante prolongado de conciencia: la exposición. Burdeny traduce su íntima apreciación por la estructura, los detalles y el valor metafórico del espacio en observaciones sublimes sobre cómo el mundo contemporáneo todavía está repleto de sentido, pero, asimismo, de misterio y potencial. Ya sea que se centre en espacios ordinarios o escenarios icónicos, la fotografía de Burdeny emplea un término medio entre lo físico y lo atmosférico, representando no estrictamente lo que encontró, sino su experiencia personal en estos lugares. Su trabajo fotográfico es un reflejo de la evolución de la fotografía: desde lo análogo a lo digital, de la monocromía al color, y todo capturado a través de la larga exposición.