Valparaíso fue, por cerca de cuatrocientos años, la principal puerta de entrada al país. Sí, todo comenzó en 1544, cuando se le declaró oficialmente como Puerto de Santiago, y lo siguió siendo ininterrumpidamente hasta mediados del siglo XX, consolidándose en el tiempo como la puerta marítima internacional por donde miles de personas arribaron a la antigua “Capitanía General”, y posteriormente a la joven “República”.
Y fue precisamente, en tiempos de vida independiente, en donde la condición de “puerta de entrada” se hizo mucho más activa para Valparaíso. Así, nuestro puerto estuvo en la cartografía universal, a tal punto que se consolidó como una de las ciudades chilenas más conocidas en el mundo, puerto estratégico y espacio cosmopolita. Pero el mundo comenzó a cambiar muy fuertemente en el siglo XX. Si bien las conexiones marítimas se optimizaron con la construcción del Canal de Panamá, inaugurado en 1914, las dos guerras mundiales del siglo, más la gran crisis económica mundial de entreguerras, golpearon fuertemente el comercio y la conectividad. Aun así, Valparaíso siguió siendo un actor importante en el sistema portuario global, aunque en el plano nacional, ya estaba acompañado por San Antonio, que si bien nació como puerto complementario, terminó siendo una gran competencia.
Sin embargo, una variable “peligrosa” comenzó a acechar silenciosamente a la zona. La navegación aérea. Si bien la aeronáutica no era nueva, puesto que el primer vuelo se había realizado en el país en 1910, la creación de la Línea Aérea Nacional, en 1932, y el inicio de vuelos comerciales internacionales en 1946, permitió que el aeropuerto de Los Cerrillos en Santiago se convirtiera lentamente en la nueva puerta de Chile, proceso que se hizo mucho más intenso a partir de la década de 1960, cuando la opción aérea comenzó a reemplazar de manera definitiva el transporte de pasajeros por vía marítima. Esto explica que, en 1967, se inaugurara el nuevo aeropuerto de Pudahuel, que hasta hoy es el principal punto de ingreso y egreso de pasajeros internacionales en el país.
El proceso anterior, indudablemente fue bueno para el país pero malo para el Gran Valparaíso. La cercanía relativa con Santiago, y la ausencia de espacios óptimos para el emplazamiento de un aeropuerto que cumpliera los requisitos para la aviación comercial, dejaron a la zona fuera del mapa mundial, ahora representado en aquellas ciudades que tienen conexión aérea. Y si bien Valparaíso siguió siendo conocido como puerto, y Viña del Mar como ciudad turística, se perdió la condición de espacio de conexión de personas, vital en el ámbito global actual. Por todo lo anterior, la implementación de un aeropuerto en el Gran Valparaíso, en este caso en Torquemada, hoy base aeronaval de Concón, tiene condiciones estratégicas para la zona que van más allá de que algunas líneas aéreas del sistema low cost se puedan interesar en el trasporte de pasajeros nacionales, sino que abre la posibilidad de convertirnos en una buena puerta alternativa al turismo internacional y a la conectividad de carga aérea, variable que también puede entrar en la ecuación, puesto que hay mucha actividad importadora y exportadora que ha abandonado la zona, precisamente por la carencia de oportunidades en este ámbito.
Un aeropuerto en Concón volverá a poner en valor una valiosa marca llamada Valparaíso, y que junto a Viña del Mar y el propio Concón, necesitan estar presentes en el mapa geográfico universal del siglo XXI.