Pionero en el reciclaje electrónico en las regiones de Atacama y Coquimbo, el ingeniero mecánico de la ULS, Pedro Alvarado, se encarga de recuperar todo tipo de equipos eléctricos en desuso u obsoletos, ya sea desde una empresa o de una casa particular. La pregunta es ¿para qué sirven cientos de toneladas de basura tecnológica? En pocas palabras, se trata de una cadena virtuosa que refleja conciencia ambiental, descontaminación y un profundo sentido social.
Por Verónica Ramos B. / Fotografía: Francisco Díaz U.
De su experiencia laboral en Recicla y luego en Degraf, Pedro Alvarado (43) constató que la basura tecnológica provenía principalmente desde las salmoneras del sur y de las empresas mineras del norte grande. De la región de Coquimbo… ¡nada! Propuso a Degraf, empresa que desde 1982 se dedica al reciclaje y a la gestión integral de residuos eléctricos e industriales, crear una sucursal en La Serena, pero la idea no fue aceptada. Esta negativa lo motivó a formar, en el 2011, su propia empresa junto a su esposa, Alejandra Hernández y, en el intertanto, continuó trabajando, dos años más, en el área de exportaciones de Degraf.
“Mi señora es profesora de Artes Visuales, de manera que el giro que le dimos a SIRAM fue la recuperación de materiales electrónicos, a través del arte. De los equipos que retiramos de las casas o empresas, hacemos una selección de residuos que no son peligrosos, por ejemplo, teclados, mouses, teléfonos de oficinas, notebook, monitores, electrodomésticos, etc. En ese entonces, con Alejandra nos dedicamos a clasificar y a desarmar estos aparatos y nuestro margen económico se veía reflejado en una tonelada de pequeños productos que comercializábamos con los artistas y con las tiendas de manualidades. En el caso de Alejandra, ella sigue utilizando pequeñas piezas recicladas para crear joyas”, comenta Pedro.
Entiendo que esto los llevó a crear una alianza con el Centro Laboral Jean Piaget de Coquimbo
Necesitábamos mano de obra y, en el 2014, generamos un proyecto de inserción laboral con los alumnos en situación de discapacidad que integran este centro. Les enseñamos el proceso de desarme de los aparatos que no son tóxicos y ellos van separando hasta el más mínimo tornillo. Como es una institución educativa, nosotros no podemos pagarles un sueldo, sin embargo, retribuimos su trabajo con insumos y materiales. Ahora, el beneficio de esto, ha sido increíble para ellos, porque es como un juego y, al mismo tiempo, una terapia, porque les ha permitido avanzar en otras áreas de aprendizaje.
PRIMEROS PASOS
SIRAM debió enfocar el reciclaje en el arte, pues, en esos años, las empresas no estaban dispuestas a pagar por este servicio. “Nuestro funcionamiento radica en que debemos cobrar por retirar la basura tecnológica, ya que requiere de mano de obra, traslados, etc., y esto era lo que no se entendía, pues para que una empresa de reciclaje sea rentable debe mover, mínimo, veinte toneladas mensuales de residuos y esto era impensable para nosotros porque estábamos recién partiendo en el negocio”, recuerda Pedro.
¿Cómo logras llegar a las empresas y cambiar el paradigma?
No fue un proceso fácil. Inicialmente, sostuvimos una serie de reuniones para dar a conocer nuestra idea de negocio. Nuestra política de trabajo es que todo el movimiento de residuos requiere de financiamiento previo y esto se hace con el pago directo de una empresa, o bien, a través de un fondo concursable. Esto último nos permitió fabricar treinta contenedores de colores y realizar una campaña educativa de reciclaje en varias comunas de la región.
¿Qué tipo de empresas son las que dieron el primer paso en la región?
La primera que trabajó con nosotros fue la Universidad Católica del Norte y el reciclaje partió con una gran cantidad de material histórico, es decir, siete toneladas de residuos eléctricos, entre ellos, computadores, teclados, refrigeradores, microondas, que estaban acumulados en sus bodegas. Trabajamos también con la constructora Ecomac, con el INIA, con el Gobierno Regional y con las municipalidades de La Serena y de Coquimbo. Todo este proceso ha sido desde el 2013, cuando partimos haciendo distintas campañas de reciclaje.
¿Cómo canalizaron el trabajo de reciclaje con los municipios?
Esto fue a través de los colegios municipales. En el caso de Coquimbo, tenían una estadística de que se reciclarían ocho toneladas en cuarenta colegios y, lo cierto, es que al hacer el recorrido sacamos cinco toneladas en solo ocho colegios.
¿Y en el caso de un particular, cómo funciona el servicio que brinda SIRAM?
Hoy, debo decir que nos destacamos por acercar el reciclaje a las personas de manera individual y esto se ha logrado a través de unas fichas educativas donde exponemos los productos que podemos reciclar. La persona nos contacta, vamos a su domicilio, retiramos los aparatos y cobramos de acuerdo al volumen. Tenemos una tarifa mínima que es de dos mil pesos.
TÓXICOS Y NO TÓXICOS
Una vez que retiras la basura tecnológica, ¿cuáles son los siguientes pasos
Separamos los residuos que no son tóxicos de los peligrosos. Una parte de los primeros son derivados a Jean Piaget y el resto se traslada en camión a Santiago y llega a la empresa Degraf, que es nuestra contraparte actualmente. Allí los equipos se desarman y nos traemos la materia prima que será utilizada en joyería, textiles, mosaicos y otros. Ahora, lo que hace Degraf es el trabajo tradicional de reciclaje electrónico, es decir, separa el cobre, el aluminio, el acero inoxidable, las placas y los cables electrónicos, las pilas y baterías, los que se envían a grandes empresas internacionales que se dedican a procesar y a refinar estas piezas de las cuales obtienen el oro, la plata y el cobre refinado. En definitiva, separan las materias primas de acuerdo a sus componentes.
¿Y en Chile no existe este tipo de tecnología?
No tenemos la tecnología y tampoco los insumos que permitan hacerlo. Bélgica y Holanda son los países que tienen la tecnología más avanzada al respecto; por ejemplo, de una tonelada de celulares se sacan cinco gramos de oro. Las cantidades no dan para implementar empresas de fundición en nuestro país, lo que sí hacemos es producir la materia prima.
¿Cómo afecta a la salud de las personas tener aparatos eléctricos en desuso dentro del hogar o en una bodega?
Acumular equipos electrónicos en desuso concentra en el lugar un alto poder de contaminación. La degradación, producto del calor, la luz y la radiación, afecta el equipo y lo va desmembrando, esto hace que fluyan una serie de gases y humos tóxicos contenidos en estos aparatos. La batería de un celular, por ejemplo, contiene plomo, mercurio y eso cuando se va a un basural o vertedero, contamina la tierra y el agua. La pila botón que está en un computador, en un juguete o en un control remoto, puede contaminar diez mil litros de agua, es decir, diez veces más que una pila común. Para evitar estos problemas hay que manejar estos residuos adecuadamente.
¿Las personas entienden que deben pagar por entregar basura tecnológica?
Lo que nosotros vendemos, finalmente, es conciencia ambiental, es decir, cuando una persona se acerca a una empresa como SIRAM, es porque confía en que cada uno de los residuos que entrega tendrá como destino un centro logístico adecuado para el manejo de reciclaje. Los beneficios no pasan por un tema monetario, sino por el bienestar social.
¿En tu caso, es rentable este negocio?
Sí, porque nuestro negocio consiste en maximizar la rentabilidad. No me vuelvo loco por hacer veinte toneladas mensuales. Mi intención es reciclar quinientos kilos de residuos al mes y eso se cumple. Imagínate que el año pasado con un solo cliente, que era Entel, sacamos, durante una semana, ciento cincuenta toneladas de equipos tecnológicos que estaban acumulados en una bodega.
¿Y qué gratificaciones te ha dado SIRAM?
Valoramos el rol social que cumplimos con la comunidad, el aporte que entregamos con nuestro servicio a la descontaminación y a generar cada día una mayor conciencia ecológica. Con Alejandra nos estamos construyendo una cabaña en Coquimbo, con cuatrocientas CPU. Transformamos las carcasas de los computadores en un bloque de construcción y con estas hicimos los muros… puede parecer una locura, pero sin duda, refleja nuestro espíritu y la conciencia con el medio ambiente.