Recuerdo «mis contactos» con el casino, en la época en que mi tío Luis trabajaba en las salas de juegos y debía quedarse hasta las tres de la mañana, hora del cierre, a contar la plata. Yo también debía quedarme, sentado y con frío, cerca de su auto, hasta que se reuniera con sus compañeros que vivían en Quilpué y Belloto, a quienes repartía en sus casas.
Me dejaba en su casa en Villa Alemana, vivía en Calle Arrieta esquina Porvenir, y debía caminar unos treinta metros a la mía, ya que la Calle Porvenir se terminaba en el portón de la casaquinta de su hermano.
Mi padre estaba informado que iban a expropiar parte de la quinta, para prolongar la Calle Porvenir hasta Maturana, por lo que construyó su casa con frente a la futura calle, dejando un portón y un parrón como terreno para expropiar.
Han pasado más de setenta años, entre varios propietarios. El parrón todavía sigue dando sus racimos, esperando la calle. Por venir…