Desde hace un tiempo, hemos estado observando que el patrimonio histórico existente en Valparaíso vive un momento crítico, con lo cual el riesgo de una desaparición irreversible se hace cada vez más latente.
La incapacidad del Estado, la desidia de las autoridades locales, el desincentivo o falta de compromiso del mundo privado, la irresponsabilidad de muchos de sus habitantes y los infaltables incendios, hacen que el patrimonio de la ciudad puerto esté visiblemente en riesgo, sin perspectivas de recuperación a corto plazo, y con el agravante de que si a la mala mantención y cuidado se llegara a sumar un terremoto de proporciones con características similares al de 1985, entonces podría ocurrir que sitios como el “Barrio Puerto”, se pierdan irremediablemente.
En el caso de ese sector patrimonial, el sitio con mayor deterioro, y que en teoría debiese ser para todos los que vivimos en el Gran Valparaíso, la verdadera “zona cero” de toda nuestra área metropolitana regional, hace pocos días ha recibido una mala noticia, puesto que una empresa estatal, como EPV, desistió de seguir con su proyecto de establecer su edificio corporativo en las ruinas del que algún día fue el edificio Subercaseaux. Lo que muchos olvidan es que antes de que esta empresa anunciara que ahí instalaría su edificio central, otras instituciones del Estado como el MINVU y el SERVIU también quisieron ubicar su sede regional en las referidas ruinas, proyectos que no se concretaron.
Pero la mala noticia también se suma a otras que desde hace un tiempo han ocurrido en el sector. Por ejemplo, la Aduana de Valparaíso, que años atrás hizo un interesante concurso de arquitectura, desistió de construir el nuevo edificio regional, cuyo principal objetivo era concentrar ahí sus actividades y destinar el histórico inmueble de la Plaza Aduana para Museo Histórico. Nada de eso prosperó.
Y para qué decir en el ámbito privado, donde son varias las iniciativas que han quedado truncas como, por ejemplo, el proyecto de construcción de un hotel en el edificio contiguo a la escalera Cienfuegos, en la calle Serrano, y el proyecto el grupo Ultramar en el edificio Astoreca y en el sitio eriazo contiguo, el que está congelado y que contemplaba la idea de instalar la sede corporativa porteña para sus filiales, que aún tienen casa matriz en la ciudad puerto.
En suma, de todos los nuevos proyectos anunciados en la última década, sólo se concretó la instalación de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Valparaíso en calle Serrano, en el antiguo edificio patrimonial “Bachur”, y también sobrevive el proyecto de construcción del esperado Centro Interdisciplinario de Neurociencia de Valparaíso, de la misma universidad, el que se levantará atrás de la iglesia La Matriz. Y sumemos la restauración del Mercado Puerto.
¿Qué pasará en el futuro? Algunos señalan que la solución sería posibilitar que el Estado se haga cargo de su recuperación, pero no sólo restaurando edificios, sino instalando en el sector algunos servicios del gobierno regional. O quizás, sea la oportunidad para que el municipio recuerde que ahí nació su primer emplazamiento ya que, de hecho, la Plaza Echaurren se llamó originalmente Plaza de la Municipalidad. O puede ser el momento para revivir la idea de instalación de un polo tecnológico y espacios de innovación en el sector. De todas formas, el panorama es preocupante y Valparaíso continúa su larga crisis que a todos los que vivimos en esta área metropolitana regional no nos puede dejar indiferentes.