“Nadie le ha puesto remedio, pudiéndolo remediar. Levántate, Huenchullán”. Fragmento de Arauco tiene una pena, Violeta Parra.
En nuestro país, los problemas entre chilenos y mapuches hacen crisis a diario. No hace tantos días hemos visto la crueldad y cinismo con que se afronta esta situación, disparando por la espalda a un hombre perteneciente al Wallmapu. La injusticia y sordera es el sello del Estado chileno. Ellos piden independencia, estos responden que no, que forman parte de los chilenos (iguales ante la ley), pero a la vez son discriminados, excluidos y estigmatizados, sea por su color, apellido o pensamiento (¿no han escuchado la frase “todos los mapuches son terroristas”?). Reclaman sus tierras, rescatan sus tradiciones y no se cansan, nunca bajan los brazos (¡llevan casi quinientos años!), siendo indiscutiblemente aguerridos. Esta es la reflexión base de la obra Los pueblos te llaman Nahuelpan presidente, en donde el aclamado artista Gastón Salgado hace su performance. En una entrevista aparecida en la Revista de El Sábado, el actor reflexiona sobre los estereotipos de belleza al recordar cuando era niño y soñaba con ser protagonista de una película de acción hollywoodense: «miraba la tele y decía, no tengo ninguna posibilidad, todos son rubios, yo soy moreno, negro, chico».
El unipersonal se centra en la candidatura presidencial del protagonista, quien usa una corbata roja, es competitivo y tiene grandes ansias de poder. En un pequeño escenario se debate entre la apariencia pública y la conversación consigo mismo. De rasgos mapuches, pero de costumbres urbanas, Nahuelpan duda sobre su identidad y se niega al no reconocerse en su lengua étnica. Usa sus orígenes para atraer votos, hablar de meritocracia (hijo de nana), pero a la vez no se identifica con ello. De alguna manera no pertenece a nada, ni a la ciudad, ni a la política, ni a sus orígenes. Es un huacho, y cree que la única manera de detener su tormento (muy al estilo capitalista) es triunfando, obteniendo poder, aparentando algo que no es.
Dirigida por Constanza Thümler, la obra fue creada y montada por las compañías Epew y Colectivo Bestias, con el fin de generar un diálogo entre artistas de la cultura mapuche y chilena. Una buena forma de crear, sincronizar y sincretizar significados. El montaje fue presentado en varios teatros del país, siendo uno de ellos la Sala de Artes Escénicas de la UPLA. Gran espacio cultural regional de difusión de las artes escénicas.