El problema de los que actualmente quieren emprender es que se entusiasman y dan el paso equivocado. Si tú quieres emprender, define una idea que te apasione e impleméntala, pero en forma paulatina, en horarios después de tu trabajo. Esta es la famosa ley que llamo “la ley de Tarzán”: no puedes soltar una liana mientras no tengas sujeta la otra.
Según las estadísticas, aproximadamente el ochenta por ciento del país son empleados que trabajan para recibir una nómina a fin de mes. O sea, si trabajas, ganas. Esto se denomina un ingreso activo. El gran beneficio que se considera es la “seguridad”, una seguridad entre comillas porque, según mi visión, de seguridad no tiene nada… es una seguridad que no existe. Conozco muchos casos de gente que trabaja toda su vida para terceros, y cuando cumplen sesenta años se jubilan, a no ser que los despidan antes, y el ingreso les baja a cifras casi ridículas, por lo que deben seguir trabajando, pero a esa edad ya es muy difícil emplearse. El problema de la jubilación, como todos sabemos, es que es indigna y te será muy difícil vivir tu vejez con ese ingreso que recibirás.
Para evitar esta realidad, una muy buena opción es EMPRENDER, idealmente con algún negocio que tenga un producto o servicio que te apasione. Imagina trabajar en algo que te guste y poder vivir de ello gracias a las utilidades que genera, además de ser capaz de delegar y sistematizar el negocio para que no dependa de ti, que esto sea una opción tuya y no una obligación. Este ingreso se denomina ingreso pasivo, porque no dependerá de ti.
El problema de los que actualmente quieren emprender es que se entusiasman y dan el paso equivocado. Si tú quieres emprender, define una idea que te apasione e impleméntala, pero en forma paulatina, en horarios después de tu trabajo; espera a que esta prospere, se consolide y genere las utilidades necesarias para tomar esa decisión tan importante que es RENUNCIAR a tu trabajo actual. Hoy tu trabajo te da estabilidad y te da las lucas para “parar la olla”. No puedes renunciar para emprender; eso es tirarse a una piscina vacía. ¡Espera que tu emprendimiento te dé las lucas necesarias y luego renuncias! Esta es la famosa ley que llamo “la ley de Tarzán”: no puedes soltar una liana mientras no tengas sujeta la otra, o ya sabes lo que te puede ocurrir. Por lo tanto, debes emprender en forma paralela, tratar de tener ingresos adicionales y luego decidir si vas a renunciar o no.