Han pasado más de cincuenta años desde que dejaron de existir como banda, dos de sus miembros ya no están, y seguimos hablando de ellos en presente porque son cátedra sobre cómo perpetuar un legado. Sus últimos lanzamientos lo corroboran. Publican una nueva versión del documental Let it be (1970) a manos de Peter Jackson (El señor de los anillos), con un ángulo muy distinto del film original donde bromean y tocan felices, torciendo la primera versión que exhibía a la banda cayéndose a pedazos, con Paul dirigiendo autoritariamente las sesiones, John más pendiente de Yoko, George fastidiado por las órdenes de McCartney, y Ringo, cigarrillo tras otro, observando en silencio la desintegración de la pandilla que había cambiado el curso de la cultura popular, en una época prodigiosa de figuras icónicas como fueron los sesenta.
En paralelo, lanzaron una nueva edición del álbum homónimo con mezclas descartadas y bocetos que terminaron cuajando en Abbey Road (1969) y en el primer álbum de Harrison. Así, Let it be, que parecía un capítulo cerrado, revivió asombrosamente. Desde su irrupción, la estrategia de la banda más trascendente de todos los tiempos fue dar constante noticia.
Durante la beatlemanía, los medios estaban obligados a publicar cualquier minucia en torno a ellos no por fanatismo, sino porque se quedaban fuera del gusto masivo. Los Beatles registraron ampliamente su carrera y ese archivo monumental ha permitido la renovación de miradas a un acotado número de composiciones y álbumes. La tecnología y una curatoría propia de un museo imperial, ha permitido que las reediciones transmitan la sensación de escuchar por primera vez canciones que conocemos de memoria.
La historia contiene hechos determinados y múltiples interpretaciones, y Los Beatles, como institución dueña de un cancionero inmortal, han descubierto que alentar sus distintas lecturas es la manera de perpetuarse en el interés colectivo.
¿Hasta cuándo con Los Beatles?
Hasta siempre.