Todos estos meses hemos estado repletos de artículos que nos hablan de empleabilidad, de las rentas que tendrán los alumnos al salir de la educación superior y de todo aquello que une el dinero con la formación y con el mundo del trabajo. Vocación significa “llamada”, e invita a un ser humano a mirarse hacia adentro y descubrir cuáles son esos fuegos internos que te podrían llevar a trabajar en algo que amas durante toda la vida.
Seguramente si eres un alumno de enseñanza media y diste la PSU te preguntaron todo el tiempo ¿qué vas a hacer, que vas a estudiar, y dónde? Y esta pregunta más que invitarte a reflexionar, seguramente generaba una coraza y solo producía resistencia para analizar el tema.
Estamos en un mundo que nos orienta hacia afuera y cada día tenemos menos espacios para mirar a nuestro interior. Por lo tanto, la primera invitación es al silencio, a buscar espacios donde puedas “hacer un viaje” hacia tu mundo interno. Como requisito para esto es fundamental dejar un espacio para apagar todo lo que tengas prendido en tu casa, y llamo a esto televisor, radio, computador y, por supuesto, teléfono.
Seguramente este silencio no te queda cómodo, y hasta te puede generar angustia por lo que puedas empezar a sentir. No te preocupes, es el poco hábito a la ausencia de ruido. Estás empezando algo maravilloso, que es conocerte y entrar en tu alma y tus afectos. El silencio es la puerta de entrada a tu mundo interior. Después de eso, cuando te hayas permitido estar en silencio en este estado, pueden pasar dos cosas principalmente; una es que naturalmente salgan y aparezcan contenidos con imágenes y sensaciones o no haya nada que sentir y que ver.
En cualquiera de las dos situaciones, lo que sigue es empezar a preguntarte lo que quieras. Pregúntate de todo pero enfocado a la vocación, es importante que te preguntes por tus sueños, esos de niño o niña, lo que te puede hacer palpitar tu corazón y pensar que podrías dedicar tu vida a aquello.
Esos sueños pueden o no tener que ver con tus habilidades. Muchas veces pasa, sobre todo en estos tiempos, que los jóvenes me dicen que no saben qué sueños tienen porque los adultos no se los enseñamos a construir. Al preguntarte dónde te ves como adulto(a), y haciendo qué, aparece como fundamental que te puedas imaginar sonriendo la mayor parte del día.
Este acto que muchos podrían evaluar hoy, en un mundo extremadamente realista, como muy ingenuo, es muy complejo, sin embargo termina siendo la pregunta esencial en esta etapa de la vida. En mi vida he cometido muchos errores y tenido muchos dolores, pero he ido adquiriendo algunas certezas que creo que es el momento de compartir.
Una de ellas es que si toda decisión tiene costos, es preferible pagar esos costos por algo que se ama hacer que por algo que solo me dará dinero. Otra certeza es que el que hace lo que ama siempre tendrá lo necesario para vivir, adecuando las expectativas y la definición de lo que es “vivir bien” hoy día. Y la última es que no existe el quehacer perfecto, pues en todos se produce mucho cansancio, frustraciones y momentos maravillosos y otros, y no pocos, injustos. Entonces estoy segura de que cuando uno hace lo que ama, lo que le apasiona, aquello donde el tiempo se pasa rápido, es más fácil vivirlos y saberlos sobrellevar.
Quiero dedicar un espacio a los padres y madres o tutores de esos jóvenes. Evidentemente parto de la base que los papás y mamás queremos lo mejor para nuestros hijos e hijas; quizás el problema esté en la definición de qué es lo mejor para ellos y ellas. Desde mi humilde lugar, les pido que los acompañen en sus sueños, que les pregunten qué quieren hacer con sus vidas, que los escuchen desde lo que ellos y ellas quieren y no desde lo que ustedes quisieran que ellos les contaran.
Dejemos los adultos de ser tan realistas, pues estamos preparando muchas veces a nuestros hijos e hijas para el fracaso y no para tener grandes éxitos. Creo que hay que enseñarles a ellos y ellas a buscar sus sueños, a decirles que no será fácil nada en la vida, pero que confiamos en lo que les hemos entregado para que sean capaces de enfrentar todo lo que venga y, sobre todo, que la pasión es algo a lo que no se puede renunciar ni transar en la vida, cueste lo que cueste.