En el mundo del emprendimiento y en cualquier iniciativa que llevemos a cabo, equivocarse no debería ser el antónimo de tener éxito, sino más bien una parte del recorrido que es esencial para salir adelante.
En el afán de mostrar los éxitos y destacar sólo lo positivo, muchas veces contamos historias que son la punta del iceberg del emprendimiento. Por supuesto que es importante conocer testimonios de quienes marcaron la diferencia con su idea, pero creo que también es valioso narrar también ese ‘lado B’ que ocurrió en los inicios y que los convirtió en lo que son hoy.
El error es parte del proceso creativo y emprendedor, y aunque como país nos cuesta hablar de lo que no resultó, en el fondo sabemos que el éxito perfecto no existe y el camino tampoco es lineal.
Yo misma me equivoqué con uno de mis proyectos, una pulsera electrónica inteligente, enfocada en salud y bienestar, que tenía por objetivo monitorear indicadores físicos y emocionales como el estrés o el ánimo. Estamos hablando de comienzos de los años dos mil, el producto sonaba demasiado innovador y tenía toda la fe puesta en que iba a romperla en el mercado.
Sin embargo, estar tan enamorada de mi idea me impidió ver lo esencial. Los potenciales compradores aún no estaban preparados para algo así y la tecnología disponible tampoco era suficiente como para sostener la idea tal como la imaginaba en mi cabeza.
Con los años, esta experiencia me enseñó muchísimo sobre cómo emprender, prototipar, testear ideas antes de escalar y entender mejor a los usuarios. Aprendí todo lo que no tenía que hacer y eso fue oro, porque cuando surgió el siguiente emprendimiento, ya tenía claro en qué cosas fijarme para que el resultado fuese diferente.
Y eso es lo que perdemos de vista cuando sólo narramos la historia exitosa, el tremendo aprendizaje que se obtiene cuando las cosas se ponen difíciles. En el mundo del emprendimiento y en cualquier iniciativa que llevemos a cabo, equivocarse no debería ser el antónimo de tener éxito, sino más bien una parte del recorrido que es esencial para salir adelante.
Si estás emprendiendo o tienes una idea dando vueltas, mi consejo es que no le tengas miedo al error. Más bien hay que abrazarlo como parte del camino. Equivócate rápido, equivócate barato, pero, sobre todo, equivócate con la convicción de que cada tropiezo te está enseñando algo que no podrías aprender de otra manera.
Los errores no son el final de la historia. Claro que duele, pero no olvidemos que es el lugar donde tenemos que transitar para que, luego, la historia real pueda comenzar. Ojalá más personas nos sintamos orgullosas de nuestras equivocaciones, porque, sin ellas, el mundo no sería igual.