Con más de 25 años de trayectoria como académico en la Universidad de Valparaíso, el especialista en ortodoncia y ortopedia maxilofacial comparte su visión sobre cómo la ciencia, la estética y la tecnología se integran para transformar sonrisas y mejorar la calidad de vida de sus pacientes.
Miembro del Colegio de Cirujano-Dentistas de Chile, miembro activo de la Sociedad de Ortodoncia de Chile (SORTCH) y fellow de la World Federation of Orthodontists, además de otras sociedades científicas.
¿Podríamos decir que su especialidad es arte y ciencia?
Es ciencia, sin duda. Un procedimiento ortodóncico implica movimientos dentarios a través de un medio sólido: el hueso que rodea los dientes. Esto se logra manipulando membranas periodontales y periósticas. Cuando existen problemas esqueletales, los procedimientos ortopédicos actúan sobre los huesos faciales –suturas y cartílagos–, inhibiendo, estimulando o redirigiendo su crecimiento. La ortopedia maxilofacial es única porque interviene en el período de crecimiento del individuo.
Ahora bien, el arte está en la búsqueda de la belleza: lograr una sonrisa armónica y un rostro equilibrado. Aplicamos ciencia para resolver las alteraciones, pero al mismo tiempo somos arquitectos faciales que perseguimos armonía integral. Finalmente, esto entrega al paciente no solo estética, sino también salud física y emocional.
¿Qué rol cumple la tecnología en su especialidad?
Sin duda es importante. A veces nos facilita el trabajo y despierta gran interés en los pacientes, ya que existen técnicas modernas, cómodas y atractivas. Sin embargo, las tecnologías cambian constantemente y es nuestro deber evaluarlas críticamente. Lo esencial sigue siendo un diagnóstico certero y una planificación de calidad. De nada sirve manejar las últimas técnicas si no logramos un diagnóstico preciso. Lo fundamental siempre será alcanzar un resultado final de excelencia.
¿La cirugía es una alternativa dentro del tratamiento ortodóncico?
Sí, pero siempre debe ser la última opción. La ortodoncia quirúrgica considera la cirugía maxilofacial como una etapa intermedia, posible una vez finalizado el crecimiento, es decir, después de los 18 años. En mi visión, lo primero es intentar resolver el problema sin cirugía.
La ortopedia maxilofacial es clave entre los 6 y 15 años, antes del peak puberal, cuando todavía es posible influir en el crecimiento óseo. Si actuamos a tiempo, muchas veces evitamos la necesidad de una cirugía ortognática en la adultez.
¿Qué importancia tiene la ortodoncia y la ortopedia maxilofacial en la actualidad?
Hoy vivimos en una sociedad donde la imagen y la armonía facial tienen gran relevancia. Los pacientes consultan principalmente por estética, pero nuestra misión es ir más allá: entregar sonrisas amplias y bellas, perfiles equilibrados, mordidas funcionales y articulaciones sanas.
En definitiva, nuestra labor no es solo mejorar la estética, sino también contribuir a la salud y al bienestar psicosocial de las personas.
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