La fotógrafa de paisajes, Andel Paulmann, recorrió durante dos semanas el sexto país más grande del mundo. Dada la extensión del territorio, acotó la aventura a las ciudades de Sídney y Melbourne, la Great Ocean Road y Tasmania, combinando así ciudades y parques nacionales. Una travesía memorable que la hizo reencantarse con los eucaliptus, emocionarse con la fauna salvaje y fascinarse con los demonios de Tasmania. En estas páginas, una pincelada de un viaje inolvidable.
Texto y fotografías: Andel Paulmann M.
Australia se deriva del adjetivo latino ‘australis’, que significa ‘del sur’. El nombre del continente era ‘Terra Australis Incognita’, que significa ‘territorio desconocido del sur’. Con una superficie de 7.741.220 km2, se necesitaría mucho tiempo para recorrer una superficie tan extensa, por lo que nos decidimos por las ciudades Sídney y Melbourne, la Great Ocean Road y Tasmania.
Sídney es una ciudad luminosa y segura, de inviernos agradables (fuimos en agosto). Desde nuestra habitación veíamos el Opera House a la distancia. Casualmente estaba anclada la Esmeralda chilena en el puerto y su capitán dormía en la habitación a nuestro lado. Se veían sus mástiles iluminados desde el hotel.
Por la diferencia horaria (catorce horas), nos era fácil levantarnos cerca de las cuatro de la mañana para salir a recorrer y así realizar fotografías de noche y al amanecer. El primer día ya recorríamos Sídney a las cinco de la madrugada. Arrendamos un auto para visitar por el día el Blue Mountains National Park, un valle extenso rodeado de cerros y cubierto de bosques, donde se puede observar una gran variedad de árboles nativos australianos, helechos que parecen palmeras por sus dimensiones y aves interesantes como el lyrebird. Gracias a pasarelas suspendidas en el bosque —‘Scenic Walkway’ de ‘Scenic World’—- se evita el desgaste del suelo.
Con un vuelo interno llegamos a Melbourne, una ciudad muy distinta a Sídney tanto en su apariencia como en sus habitantes. Más bien oscura y fría en invierno, cautiva por diseño y arquitectura, siendo especialmente atractiva de noche.
Desde Melbourne recorrimos en auto la Great Ocean Road, una ruta con gran cantidad de formaciones costeras, donde destaca los Doce Apóstoles. Tal como en días anteriores, salimos durante la noche para fotografiar aquel paisaje antes de que amaneciera. Nos sorprendió una de las lluvias más intensas que he vivido, pero los cambios de color en el cielo antes de comenzar la lluvia fueron inolvidables, desde azules fríos hasta rosados y amarillos cálidos.
Después de secarnos con la calefacción del auto seguimos recorriendo la costa y terminamos la jornada visitando la granja de animales ‘Great Ocean Road Eco Wildlife Park’, que nos permitió conocer parte de la fauna australiana: canguros, emús, pademelons, numerosas aves silvestres que llegaban en busca de alimento y dingos.
TASMANIA SALVAJE
Volamos desde Melbourne a Tasmania para la segunda parte de nuestro viaje. Tasmania sorprende por lo salvaje y parece detenida en el tiempo. Tiene el triste récord de la mayor cantidad de atropellos de fauna silvestre, lo que se hace evidente al ver gran cantidad de animales muertos al borde de la ruta. Es fundamental transitar a bajas velocidades, especialmente al amanecer y al atardecer, que es cuando la fauna es más activa.
Especialmente fría en invierno, en la parte oeste de Tasmania las precipitaciones son muy abundantes y en invierno cae nieve en las montañas. Comenzamos el recorrido en el este, en Freycinet National Park. Este parque nacional combina bosques, fauna silvestre y playas idílicas, además de una red de senderos hermosos creados con las piedras propias del lugar. Es fácil encontrarse con walabies de Bennett (Notamacropus rufogriseus), marsupiales que se diferencian de los canguros por ser de menor tamaño.
Desde Freycinet cruzamos la isla hacia el noroeste para llegar a Cradle Mountain National Park, un parque con bosques enormes de eucaliptos y zonas de pastizales donde se pueden observar wombats y pademelons (marsupiales pequeños, Thylogale billardierii). Aprendí a reencantarme con los eucaliptos, tan mal vistos en Chile. En Australia son nativos y comprenden muchas variedades. Los de gran envergadura son bellísimos. Un punto a favor de los eucaliptos es que vuelven a crecer después de los incendios, muy frecuentes en Australia en el último tiempo.
Uno de los hitos de Cradle Mountain es la montaña que le da su nombre, pero también existen lagos, lagunas y cascadas. La vegetación es fascinante y variada. Pasamos todo un día recorriendo senderos del parque. Nos llamaron la atención unas aves oportunistas (black currawong, Strepera fuliginosa), que nos quitaron de la mano parte importante de lo que habíamos llevado para comer ese día.
Visitamos un centro de recuperación de demonios de Tasmania (Tasmanian Devil, Sarcophilus Harrisii), lo que nos permitió conocer esta fascinante especie. Después de verlos devorar animales muertos, comprendimos el origen de su nombre. Sus poderosas mandíbulas les permiten quebrar fácilmente los huesos de sus presas. Fue interesante observar cómo comparten el alimento, comiendo en grupos, sin atacarse. Sus gruñidos son impresionantes, pero no se agreden.
Recorrimos Tasmania hacia el sur, alojando en Strahan, un pueblo de casas pintorescas con un parque natural que es un bosque nativo que ha sido preservado por generaciones de sus habitantes. Desde allí hasta Hobart visitamos varias cascadas hermosas rodeadas de bosques, con lluvia intermitente.
En el último parque nacional estuvimos fotografiando cascadas hasta el anochecer. Fuimos los últimos en abandonar el parque nacional y mientras caminábamos hacia el auto, estábamos rodeados de gran cantidad de fauna salvaje que salía a recorrer, aprovechando que los turistas se habían ido. Fue sin duda una de las experiencias más emotivas que he vivido. Una hermosa luna llena iluminaba esa noche, generando una corona lunar en las nubes que la rodeaban.