El infinito Zellige

En el norte de África, donde confluyen el mar Mediterráneo y el Atlántico, se encuentra Marruecos, territorio ocupado desde la prehistoria y que fuera lugar de innumerables intercambios culturales con romanos, visigodos y bizantinos. Su urbe más antigua es la ciudad de Fez, corazón espiritual del islam, y capital durante varios periodos hasta la ocupación francesa. En ella se encuentra la Medina Fez-el Bali, la más grande del mundo, y que encierra alguno de los monumentos más icónicos de la ciudad, como la gran Madraza Bou Inania y la mezquita Al Karaouine, que alberga a la Universidad de Al Qarawiyyin, la más antigua del mundo, fundada en 859. Todas ellas son una muestra inmejorable de la arquitectura marroquí, en la que se destaca una artesanía de oficio muy antigua, exigente y vigente hasta nuestros días: el Zellige.

El Zellige es un tipo de mosaico marroquí, compuesto por teselas de azulejos esmaltados de diversas formas geométricas y colores, manufacturados a mano, que entrelazados minuciosamente crean complejas obras de arte. Se desarrollaron, probablemente, influenciados por los mosaicos romanos y bizantinos, bajo la dinastía de los benimerines en Marruecos. Históricamente se utilizó en la arquitectura marroquí como una declaración de lujo y sofisticación, y sus coloridos patrones geométricos respondieron, tal vez, a la necesidad de los artistas islámicos de crear decoraciones espaciales infinitas, sin la representación de seres vivos, todo en armonía con las enseñanzas del islam. Hoy, las teselaciones en los mosaicos son de interés para la investigación académica en las matemáticas del arte. Si bien con el tiempo ha aumentado su paleta cromática, se siguen realizando tradicionalmente en la ciudad de Fez cuyos artesanos llevan siglos fabricándolos.

El montaje es inverso, las piezas se colocan una a una como si se armara un rompecabezas, sobre un tablero que sirve como guía, con el lado del color hacia abajo y asegurándose de que todos los azulejos encajen entre sí a la perfección. El artesano inserta piezas pequeñas entre sí, trabaja sin ver colores y siguiendo alguna línea o circunferencia dibujada en el tablero, dependiendo solo de su experiencia, habilidad y concentración.

En la búsqueda de la perfección, lo que distingue a este tipo de azulejos son, precisamente, sus imperfecciones; la variabilidad en los tonos de los colores y el cincelado a mano implica que no hay dos piezas exactamente iguales, logrando que cada zellige sea único. La gama de complejos patrones y las teselas cortadas a manos, generan ilimitadas posibilidades en el trabajo del Zellige. El maestro Ahmed Al-Maghari, con poco más de 55 años de experiencia, señala que “en este oficio nos servimos de los ojos, las manos y todos nuestros sentidos” y que “cada diseño tiene un aspecto diferente al resto y esto es lo que te hace ganar experiencia en este oficio”. El extenso y meticuloso proceso que requiere la ejecución del Zellige es un arte, que le exige al artista una paciente e infinita atención al detalle.