No contaban con su astucia

Por Marcelo Contreras

CHESPIRITO: SIN QUERER QUERIENDO. HBO MAX.

Es imposible comprender la cultura pop de Latinoamérica del último medio siglo, sin la presencia y obra de Roberto Gómez Bolaños. El extraordinario guionista y actor captó una necesidad de personajes propios para la pantalla mexicana —y por añadidura para la América morena—, como una manera de lidiar con la hegemonía cultural estadounidense, a la búsqueda de un reflejo más cercano. Sus creaciones más recordadas —El Chapulín colorado y El chavo del 8— son latinas hasta la médula. El primero retrata a un superhéroe timorato, en tanto el segundo representa los barrios humildes, con una galería de personajes entre odiosos y entrañables.

La serie Chespirito: sin querer queriendo, desarrollada por su hijo Roberto Gómez Fernández, seguidor de sus pasos como realizador, se basa en el libro de memorias homónimo publicado en 2006. Bajo esos parámetros, el relato es ampliamente favorable hacia su figura. Los personajes y situaciones se definen con líneas sencillas y rotundas, en una mezcla de drama y comedia clásica, consonante con la propia narrativa de Gómez Bolaños. Esa sencillez acapara fácilmente la atención en cada capítulo, pero a la vez encarna una barrera que evita mayores profundidades en los personajes y la trama.

El casting es fenomenal, partiendo por Pablo Cruz en el rol protagónico, reconocible por su papel de malvado en la serie de Luis Miguel. No es el único link con la biografía para Netflix sobre el astro de la balada. Tal como en aquella producción, Chespirito también opera mediante elipsis, cuyo clímax se concentra en uno de los capítulos más recordados del Chavo: la visita a Acapulco en 1978.

Aunque la serie se basa en las memorias de Gómez Bolaños, hay licencias en torno a Florinda Meza, la actriz que precipitó el quiebre de su matrimonio, y compañera hasta el final de sus días. Para evitar problemas legales lleva otro nombre, y lo mismo sucede con los personajes de Carlos Villagrán y Enrique Segoviano.

A pesar de algunas especulaciones, no habrá segunda temporada de Chespirito: sin querer queriendo. Nos quedamos con una lectura simple y simpática de un verdadero genio que, eventualmente, merece repasos más profundos sobre su historia y el contexto en que creó y desarrolló hitos de la cultura popular latina. Un buen retrato, pero dependiente, en demasía, de la conexión generacional y emotiva.