SPRINT: LOS HUMANOS MÁS VELOCES. NETFLIX
Algunos de los mejores atletas del planeta —los más veloces—, se reparten en tres escenarios competitivos para desafiar sus capacidades, según la trama de esta serie documental. Se incluyen la anual Diamond League en ciudades top, la bianual World Athletics Championships, y los Juegos Olímpicos cada cuatro años. Son deportistas de élite tras la gloria en competencias inscritas desde la antigüedad, instancias fraternas a pesar del espíritu de lucha.
En Sprint batallan las individualidades como el carismático Noah Myles, ganador del oro en los 100 metros planos —por milimétrico margen— en las recientes olimpiadas de París, pero también los orgullos nacionales. Uno de los nudos centrales de Sprint—término que implica correr a máxima velocidad una distancia corta—, consiste en la rivalidad entre una potencia como Estados Unidos —el país que ha ganado más medallas olímpicas en la historia—, versus una nación de economía emergente como Jamaica (ya no se dice “tercermundista”), los amos en materia de rapidez en las últimas tres décadas. Ambos países sostienen notorias diferencias respecto de la infraestructura y los métodos de entrenamiento.
A pesar de las carencias, la isla caribeña ha dominado no sólo gracias a la figura de Usain Bolt, sino por numerosas atletas espectaculares; entre ellas, Shelly-Ann Fraser-Pryce “campeona olímpica, campeona mundial y mamá” —sintetiza—, y Elaine Thompson-Herah, “cinco veces campeona mundial, medallista de oro”.
La producción, de los mismos realizadores de Drive to survive sobre la Fórmula 1, repite exactamente el patrón de la serie tuerca, ahondando en las rivalidades y las diferencias de estilo entre los contingentes estadounidenses y jamaicanos.
Los primeros sienten el orgullo herido y están sometidos al estrés mediático; los segundos aparentemente se lo toman con más calma, sin embargo, hay fuertes quiebres entre preparadores y atletas. Es la clase de producto Netflix que se consume febrilmente, capítulo tras otro, perfecto para una maratón, enganchados por la ansiedad de saber quién triunfa. Si David o Goliat.