Sin espacio ni tiempo

Por Jessica Luna, arquitecta

DAVID POPA

El arte, en cualquiera de sus manifestaciones, suele plasmar nuestros anhelos más profundos, transformándose, en ocasiones, en un bello instrumento de búsqueda personal que nos permite comprender emociones y sentimientos. Esa sutil ambigüedad entre las sombras del alma y la elocuencia de la luz puede ser el sentido de nuestras vidas.El misterio de la existencia humana no radica en mantenerse vivo, sino en encontrar algo por lo que vivir” escribía Fiódor Dostoyevski (1872), sugiriendo aquella fuerza implícita que nos empuja a buscar la luz del sol cada mañana. David Popa realiza este increíble viaje con cada proyecto, sorteando adversidades climáticas que, en ocasiones, amenazan su sobrevivencia, en espacios efímeros y tiempos inciertos.

David Popa (1993), artista neoyorquino radicado en Finlandia, se inició tempranamente en la pintura, inspirado y orientado por su padre Albert Popa. El arte callejero y el muralismo contemporáneo han sido sin duda los catalizadores de su trabajo. Reconocido como un pintor más bien figurativo, que maneja formatos importantes de gran escala, transita de un contexto urbano, con murales en Boston, Grecia, Noruega y Finlandia, a un muralismo inserto en un entorno natural. Hace algunos años, su búsqueda lo empujó a lugares remotos y etéreos en el Mar Báltico, condicionándolo a sortear entornos adversos. Las nuevas superficies de su trabajo, islotes y bloques de hielo, quedan sometidas a mareas cambiantes que revelan nuevas áreas de roca, a una luz variable que modifica las texturas y a posibles tormentas que acotan significativamente los tiempos de trabajo. Para sus dibujos de gran formato utiliza pigmentos naturales como carbón vegetal diluido en agua y materias primas que el lugar le proporciona, como piedras o conchas molidas, casi como si de una obra rupestre se tratara. Sus obras quedan documentadas y retratadas, principalmente, en fotografías y cortometrajes.

Uno de sus trabajos más reconocidos ha sido Fractured; una serie de rostros humanos dibujados sobre bloques de hielo que parecen fracturados y que acaban diluyéndose y retornando silenciosamente a la naturaleza. Su trabajo más reciente es la creación de una obra en un recóndito glaciar de Noruega, Artist in the Wild, donde las adversidades climáticas lo empujaron a un diálogo interno y dinámico con el entorno.

Su obra, asombrosamente breve y limitada a espacios variables que incluso se pueden diluir en el tiempo, es el resultado de un diálogo más bien intuitivo con la naturaleza. Su lectura sutil del paisaje logra develar la generosidad de este en un gesto efímero que trasciende en la memoria más que en la materia.