Pare de sufrir

Por Marcelo Contreras

BLONDE. NETFLIX.

La controversia acompaña esta biopic sobre Marilyn Monroe basada en la novela Blonde (2000) de Joyce Carol Oates. Dirigida por Andrew Dominik (El asesinato de Jessee James por el cobarde Robert Ford) y protagonizado por la actriz cubano-española Ana de Armas (Blade Runner 2049), fue ovacionada en el Festival de Venecia durante catorce minutos. En cambio, la crítica ha sido implacable, a pesar de reconocer que de Armas prácticamente se transfiguró en la rubia más famosa y trágica de todos los tiempos.

Fue la propia escritora quien dio con una de las claves de la cinta al describirla como “emocionalmente agotadora”. Durante extensos 166 minutos, Blonde se concentra en los padecimientos psicológicos y afectivos de Norma Jean, el verdadero nombre de Marilyn, bajo el cuidado de una madre desequilibrada y carente de una figura paterna, aspecto que según la biopic se transforma en una obsesión de por vida. En cada pareja, antes que una figura romántica, Monroe demandaba la protección ausente de niña.

El film opta por un lenguaje pretencioso tanto a nivel visual como oral, con diálogos alambicados más propios del teatro que la cinematografía. Blonde acierta al describir la brutalidad misógina reinante en Hollywood a mediados del siglo XX, incluyendo abusos sexuales sufridos por la iconográfica actriz, pero desecha la multidimensionalidad del personaje.

Hasta hoy se debate si Marilyn Monroe sólo encarnó un paradigma de rubia tonta. Su biografía sugiere que a pesar de los problemas de salud mental que la afectaron hasta la muerte, Monroe combatió el encasillamiento junto con liderar iniciativas empresariales en la cinematografía —fundó su propia productora—, que podrían ser descritas perfectamente como ejemplos de empoderamiento femenino, en un mundo dominado por hombres. Nada de aquello tiene espacio en la cinta.

La reducción de Marilyn Monroe a una mujer superada constantemente por sus traumas y su vida sexual —cabe un particular hincapié en sus abortos desde una óptica castigadora—, no parece el más justo de los retratos, a pesar de los esfuerzos de la protagonista.