La nueva invasión española

Por Marcelo Contreras

Habíamos perdido a España como uno de los mayores baluartes del pop en nuestro idioma. La última gran estrella fue Alejandro Sanz, allá por los noventas. Ni David Bisbal, lanzado hace veintiún años en Operación Triunfo, ni Pablo Alborán, de tibio paso por el festival de Viña 2020, han logrado combinar la masividad que gozan con discos y giras dignas de atención y reconocimiento, más allá de manierismos románticos inclinados a la rentabilidad antes que a la calidad.

Aquella extraordinaria armada pop española, una alineación formidable que reinó desde fines de los sesenta por más de veinte años en Hispanoamérica con Raphael, Joan Manuel Serrat, Julio Iglesias, Nino Bravo, Mocedades, Camilo Sesto, Miguel Bosé y otros tantos —Pablo Abraira, Ana Belén, Víctor Manuel, Mecano y Sabina se suman fácil—, no tuvo mayor relevo. Brillaron, y así también la mayoría de ellos se ha ido apagando lenta e inexorablemente.

El panorama fue ese hasta marzo de este año cuando se presentó C. Tangana (32) en el Movistar Arena, y luego Rosalía (29) en el mismo lugar a finales de agosto. Ambos lideran una nueva generación musical nacida en España que encontró un punto exacto entre la tradición y la modernidad del urbano y la electrónica, sin olvidar el romance y el pop. Antón Álvarez Alfaro (el nombre tras C. Tangana, oriundo de Madrid), y la compositora e intérprete nacida en Barcelona, montan espectáculos idénticos y opuestos a la vez.

Tangana va por el barroquismo. Su show contempla aspiraciones pictóricas y teatrales, con momentos que semejan cuadros en movimiento recreando con categoría una especie de salón, donde se disfruta de la bebida y la música en vivo. Rosalía, en cambio, utiliza una escenografía completamente en blanco, con la compañía de un cuerpo de baile.

El punto de comunión de ambos (más allá de haber sido pareja hace unos años), es el uso de cámaras como si se tratara de un set de filmación. Un alarde de planos que C. Tangana repetirá el 29 de noviembre cuando regrese al Movistar Arena, y una manifestación de un nuevo punto de partida del pop de España, con un pie en el pasado y con el otro en el futuro.