Juan Pablo Reyes: Azul profundo

Las fotografías que logra Juan Pablo Reyes nos devuelven la capacidad de asombro. Esa que perdemos con los años y que nos permite descubrir la magia y la simpleza de las cosas. A través de su lente volvemos a mirar bajo otro prisma y a redescubrir lo que siempre estuvo frente a nosotros: la fuerza del agua. “Nuestro elemento más preciado es sorprendente. Su magnitud es inestimable y su actitud simplemente magnífica”, dice desde Pichilemu.

Texto y fotografía: Juan Pablo Reyes @juanpabloreyes

“La fotografía es el traspaso de la energía creativa llevada a un plano material, utilizando la cámara fotográfica. Me recuerda mucho los álbumes de mis abuelos, de mis papás.

En 2013 tuve una cirugía mayor en la columna vertebral que implicó una recuperación bastante larga, y la posibilidad de seguir surfeando —mi gran pasión—, se vio muy comprometida a causa de la operación.

Siempre digo que del surf derivé a la fotografía. Acababa de terminar la carrera de Ingeniería Civil, no sabía muy bien qué camino tomar y como siempre había estado la cámara cerca, decidí darle una oportunidad. Así, sin proponérmelo, logré vincularme con el océano desde una perspectiva distinta, no solo desde el surf, sino que desde el nado.

Esa relación que se fue formando junto con la cámara, se volvió más fuerte aún y nunca más paré; fue demasiado lindo, algo así como la génesis de esta gran aventura.

Hoy la fotografía está siempre presente. Es un aliado muy importante en mi vida y no estoy dispuesto a transarlo por nada.

UNA GOTA DE AGUA

Fotografío todo lo que despierte mi interés. Hay belleza en todos lados y no me gusta encasillarme. Trabajo temas súper variados, aunque lo que más se conoce de mí es el tema acuático, sobre todo porque soy yo quien hace la línea de producción de mis cuadros. El océano me raya y hacer el trabajo de impresión es simplemente apasionante.

El agua simboliza vida, está presente en el ciclo creativo de la naturaleza. Siento que con el solo hecho de fotografiarla ya le estoy dando una especie de tributo. Para mí es un honor y una oportunidad increíble.

Siento que la molécula del agua es la verdadera extraterrestre y anciana de este planeta. Ha estado desde siempre, es uno de los cuatro elementos. Considero que todos somos parte de una gota de agua, suspendidos en el infinito gravitacional del universo. Entonces el poder fotografiarla, desde la perspectiva de que es una molécula extraterrestre que ha estado presente desde siempre, me causa mucha curiosidad, pasión y adrenalina.

No me canso de mirar el agua, encuentro increíble su comportamiento, las cosas que hace, tiene una tremenda personalidad. No me deja de sorprender.

“LA BALLENA Y YO”

Estar ahí en el mar, sentir su fuerza, su ímpetu, toda esa energía en constante movimiento es impresionante. El aprendizaje que conlleva relacionarse con el océano es alucinante. Estar ahí, horas y horas sumergido, viendo cómo se comporta e intentar captar esa conducta, me desafía absolutamente, porque los sucesos en el agua siempre duran fracciones de segundos, todo pasa muy rápido.

Entonces estar en la búsqueda del momento preciso es todo un reto para mí. Poder captar la personalidad del agua en una fotografía es muy difícil.

Hace tiempo me invitaron a filmar una película en el golfo de Penas. Una parte muy importante de la idea narrativa de la película eran las ballenas. El lugar era impresionante. También vimos muchas ballenas muertas.

Era un paisaje prístino, virgen. No había nadie, ni siquiera salmoneras. Yo sabía que en algún momento tenía que lograr una toma desde el agua de alguna ballena. El último día de la expedición tuve la oportunidad real de hacerlo y nadar cerca de una. Tomé la cámara. El momento había llegado.

Fue un instante muy bonito y una gran experiencia. Ella se me acercó con mucha confianza y comenzó a dar vueltas a mi alrededor. Éramos solo la ballena y yo, observándonos, mirándonos. Imposible que un momento así no te toque hasta la última fibra de tu ser. Esa historia me encanta. Hasta el día de hoy sueño con ese momento, porque fue muy especial. Ojalá que algún día todos los seres humanos tengan experiencias cercanas de ese tipo con animales de otra especie.

DEJAR HUELLA

Tuve un viaje muy largo. Mi meta era aprender inglés y fotografiar el mundo. Fueron más de dos años viajando por hartos lados: California, Indonesia, Tailandia, Australia, Croacia, Italia, India y Nepal. Y entremedio vi un tipo de modelo de negocio con la fotografía que comprendía la venta de fotografía impresa y enmarcada con despacho a domicilio.

Cuando llegué a Chile lo puse en práctica, fue algo muy orgánico. Una transformación personal a este nuevo oficio. A esto me dedico.

La fotografía me ha acercado heavy a la gente, he tenido conversaciones con personas increíbles, gracias a esto me he topado con lugares prístinos y situaciones que nunca pensé que tendría al frente. He podido disfrutar desde otra perspectiva, de momentos muy íntimos con la naturaleza y otras personas.

Me encanta la navegación, la exploración de los fiordos patagónicos, todo lo que esté ligado con la experiencia científica, ojalá mezclado con el surf.

Creo que lo más importante es que la gente siga con todos sus sueños y con todo lo que le apasiona, que nunca olviden de dónde vienen, que sigan lo que de verdad los mueve.

Soy un convencido de que hay que vivir marcando el recorrido que uno va haciendo, dejando huella y que no se la lleve el viento.

Todo lo que uno hace es la expresión misma de quien es uno. Seguir la guata, darle con todo. Ojalá que mis hijos aprendan eso, que nunca dejen de soñar y de hacer lo que les gusta”.