La Bolsa de Corredores de Valparaíso: su memoria

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En el año 2018 se producía una triste noticia para Valparaíso y la región, puesto que dejaba de funcionar la histórica Bolsa de Corredores, también conocida como Bolsa de Valores, una institución que era un orgullo y testimonio vivo del espíritu emprendedor e innovador de tantas generaciones de porteños y viñamarinos. El fin de sus actividades, lamentablemente, simbolizaba parte del ocaso de la grandeza financiera y comercial de la ciudad puerto, una travesía de más de un siglo que, con altas y bajas, había perseverado ante múltiples vicisitudes.  

Esta Bolsa de Corredores, su último nombre oficial desde 1987, tenía sus orígenes  históricos remotos en la Bolsa de Comercio en Valparaíso, que fue la primera de su tipo en el país, es decir, otro ejemplo de la historia innovadora del viejo puerto.

Inicialmente esta Bolsa tuvo su sede en la actual plaza Sotomayor, en el mismo lugar donde hoy está el monumento a los Héroes de Iquique.

En 1898 esta institución derivó en la formación de la Bolsa de Valores, la cual, tras la reconstrucción de la ciudad a raíz del terremoto de 1906, emprendió en los años siguientes un gran proyecto que consistía en construir un nuevo edificio corporativo para la institución. Así, en la esquina de la actual calle Prat con Urriola, se emplazó una imponente edificación, obra del reconocido arquitecto Carlos Federico Claussen, autor de otras bellas construcciones de Valparaíso como, por ejemplo, la casa Rosenqvist en avenida Gran Bretaña.

De estilo neoclásico con elementos eclécticos, el nuevo edificio, inaugurado en 1915, destaca por su bella cúpula y el hall donde está la rueda de corredores que aún se conserva y que hace rememorar los mejores tiempos que vivió la ciudad en materia financiera, industrial y comercial. Después de pasar por una profunda crisis a comienzos de la década de 1980, la Bolsa pudo reponerse a los embates de la economía mundial y nacional, sin embargo, esta última crisis del 2018 dio el golpe de gracia a una institución que no debía morir.

Tras el cierre, una de las grandes incógnitas que dejaba esta dolorosa noticia era acerca del destino del edificio, el cual, como muchos otros en el casco histórico patrimonial, corría el riesgo del abandono. A estas alturas era difícil pensar en la instalación de una empresa o institución que hiciera uso de una construcción que no solo es un ícono de la ciudad, sino que sus dimensiones superan con creces las necesidades empresariales del presente, al menos en la zona.

Sin embargo, tiempo más tarde se conoció una muy buena noticia, puesto que la Universidad Técnica Federico Santa María adquirió el edificio y anunció la instalación allí de un centro de innovación, el conocido 3iE, una de las mejores incubadoras de negocios del país, un digno homenaje póstumo a una institución como la Bolsa que fue centro neurálgico de aquel referido espíritu emprendedor.

En cuanto a la memoria histórica, gracias a una generosa donación de la propia Bolsa, la Universidad Adolfo Ibáñez ha asumido la responsabilidad de resguardar el patrimonio documental histórico, el que, de acuerdo a la voluntad de los donantes, se conservará en el campus de Viña del Mar como un testimonio de que dicho fondo permanezca en la zona.

Pronto se iniciará la etapa en que se trabajará en la conservación de la documentación recibida, así como en su catalogación e instalación en el archivo histórico que la universidad posee en el referido campus. En suma, otra buena noticia en pro de la historia y la memoria regional.