El Palacio Carrasco, una urgencia patrimonial

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Hace pocos días salió a la luz una noticia que para muchos viñamarinos es una triste realidad: el deplorable estado del Palacio Carrasco, aquel bello edificio construido por el arquitecto Alfredo Azancot y que, emplazado en la Avenida Libertad entre 3 y 4 Norte, en un entorno que rememora los mejores años de la “Ciudad Jardín”. 

 El Palacio Carrasco debe su nombre a don Emilio Carrasco, un empresario salitrero que, como muchos otros, decidió residir en la entonces joven comuna de Viña del Mar, cercana al entorno empresarial de Valparaíso, donde el mundo financiero y empresarial tenía fuertes vínculos con la minería del norte del país.

Encargó la construcción al entonces destacado arquitecto francés Alfredo Azancot, quien ya había realizado algunas obras emblemáticas, como el Palacio Rioja y el Arco Británico de Valparaíso. El terreno lo había adquirido Carrasco en 1903, pero la obra propiamente tal fue iniciada en 1912.

De acuerdo con expertos, el palacio es de estilo “alto renacentista francés” y recién fue terminado a mediados de la década siguiente, por lo que su mandante no lo pudo aprovechar, ya que falleció en 1923, cuando aún no estaba completamente concluido. Para entonces, los herederos decidieron vender la propiedad a un grupo de inversores de la zona, los señores Walter Bindhohh, Eduardo Gubbins, Nicanor Señoret y Guillermo López, quienes la adquirieron pensando en posibles usos que hicieran viable su financiación en el tiempo. Finalmente, un visionario alcalde, Manuel Ossa Saint Marie, posibilitó la compra del palacio en 1930, con lo cual el bello edificio pasó a formar parte del patrimonio de la ciudad como futura sede consistorial, con la fuerte convicción de que este palacio, inicialmente pensado como vivienda particular, cumplía toda la prestancia para ser la cara visible de una ciudad que, precisamente en esos años, estaba encaminada a convertirse en un balneario turístico.

El Palacio Carrasco fue sede de la alcaldía entre 1934 y 1965 y, años más tarde, desde 1977, alberga al Centro Cultural y a la biblioteca Benjamín Vicuña Mackenna, al que se le sumó el Archivo Histórico Patrimonial del Viña del Mar.

Lamentablemente, los terremotos han dañado la edificación en forma sistemática. Primero el de 1965 y luego el de 1971. Sin embargo, el golpe más profundo vino en el año 1985, cuando la imagen que dejó fue tan desoladora —con fachada derrumbada— que el palacio parecía estar condenado a la demolición. No obstante, gracias a las gestiones realizadas por la alcaldesa de entonces —historiadora de profesión—, doña Eugenia Garrido, se pudo salvar la edificación y, además, se logró su declaratoria de Monumento Nacional en 1986.

El gran terremoto de 2010 lo volvió a dañar, y hoy, once años después, esta joya patrimonial clama por su recuperación, una tarea que no solo es responsabilidad del municipio, sino también de las autoridades regionales y nacionales, puesto que estamos frente a un “Monumento Nacional” que se cae a pedazos.