Solo hay una letra de diferencia entre crear y creer

Por Alejandra Mustakis, empresaria.

Según datos de la UNESCO, la inversión cultural de los países OCDE es del 2,56% de sus presupuestos anuales. En Chile solo es 0,36%. El organismo atribuye los números a la carencia de políticas públicas que la impulsen como derecho fundamental de las chilenas y chilenos, evidenciando su valorización como rol fundamental para el desarrollo.

Cifras distintas a las del auge de las industrias creativas en el mundo, comprometiéndose con el conocimiento, la creatividad, el talento y la perseverancia como insumos. Países como Argentina o Colombia cuentan con estímulos fiscales, tributarios y públicos que potencian actividades, costumbres, tradiciones, afectos e, incluso, su paisaje y territorio para su progreso.

La cultura es el aprovechamiento social del conocimiento. Así decía el escritor colombiano Gabriel García Márquez, uno de los grandes autores de la literatura universal, sobre este capital del ser humano que a él le permitió ser Premio Nobel, pues no hay nada más valorable que nuestra brillantez y nuestra capacidad de ver la realidad. La creatividad es uno de nuestros rasgos distintivos. Hoy en día, con el auge de la digitalización, es innegable el valor del cine, de las series, de la música, del arte visual y escénico o de los libros, como activos sociales y económicos. Lo mismo pasa con softwares y plataformas tecnológicas que nos permiten trabajar e interactuar a clics de distancia, tan primordiales en esta pandemia.

Países que fomentan la creatividad entienden que la cultura no es un gasto, sino una inversión. Va en nuestra manera de pensar y valorar la capacidad de crear, donde su principal insumo, como sucede con la inspiración, es creer. Creer en nuestro talento, en el desarrollo humano, la inclusión social y la calidad de vida. En la pintura, la danza o la poesía, o en la gastronomía, la arquitectura y cuanta otra actividad nos llene de interés. También en asumir que faltan leyes y beneficios en apoyo a estos emprendedores, quienes ponen su energía y corazón en negocios que son bienes culturales para sentirnos orgullosos.

Chile está para grandes cosas, como las niñas y niños que triunfan en concursos internacionales, nuestros Nobeles, Pritzkers, Emmys, Oscars, Grammys, Cervantes y cuanto otro galardón recibido en el último tiempo. Valorar nuestra cultura y sus actividades productivas son aspectos que debemos empujar para un mejor país, pues soy una convencida de nuestro potencial creativo y de la gran mirada que fomenta en el exterior. Empecemos estos grandes cambios con primeros esfuerzos. Solo hay una letra de diferencia entre crear y creer.