Verónica Undurraga: El feminismo hoy

historiadora

De las variantes del feminismo y la posmodernidad. De su genuino interés por la historia de las emociones, del aborto y la paridad. De su pasión por la investigación, su rol en los consejos del Ministerio de Ciencia y la Universidad Católica y el reconocimiento dentro de las cien mujeres líderes 2020. Hablamos de todo y un poco más. En una conversación distendida y que se extendió por un par de horas, la académica e investigadora desmenuza el rol de las mujeres en pandemia y los desafíos que vienen.

Por Macarena Ríos R. /Fotografías Andrea Barceló A.

 “Me habría encantado vivir en los años veinte, una época donde la mujer ya no se conformaba con estar relegada al espacio doméstico. Una de las investigaciones que estoy desarrollando ahora tiene que ver justamente con la participación femenina en la vida pública de esos años, como escritoras, que era casi la única formación que recibían. Es una década con un ambiente cultural bullente y muy interesante. Hay mujeres notables, como Inés Echeverría Bello (que escribía bajo el seudónimo de Iris), Amanda Labarca y Elena Caffarena, que hicieron importantes transformaciones. Una generación dorada para las mujeres de esa época que fundaban agrupaciones políticas, clubes de lectura, asociaciones de beneficencia, de caridad, de ilustración y literarias”, asegura Verónica Undurraga, doctora en Historia. “El llamado Club de Señoras fue un escándalo en esa época”.

¿Por qué Historia?
Siempre fui inquieta intelectualmente y muy lectora. En algún minuto dudé entre estudiar Literatura o Historia, pero finalmente me decidí por esta última porque no lograba descifrar el mundo en el que me desenvolvía. Es muy difícil comprendernos a nosotros mismos como individuos y como sociedad si nos quedamos congelados en el presente. De hecho, somos la suma de nuestras experiencias, de nuestros traumas, de nuestros conflictos a lo largo de nuestra historia personal y de cómo los hemos resuelto o no resuelto y lo mismo pasa con las sociedades, con los países.

¿Siempre te interesó el tema de género?
Siempre me ha interesado el tema de la identidad. Partí estudiando historia de género por los hombres. Qué significaba ser hombre en los siglos dieciocho y diecinueve. Un camino bastante inusual porque la mayoría de las historiadoras de género se dedican a estudiar la identidad femenina.

¿Qué significa el feminismo?
El feminismo, aunque suene extraño, más que un tema de militancia, es un movimiento intelectual, porque nace de un cuestionamiento sobre la propia identidad o, como diría Simone de Beauvoir, cómo uno llega a ser mujer, qué significa eso para el resto de las personas que me rodean y qué expectativas tienen, qué es lo que se espera de nosotras.

¿Eres feminista?
No puedo no ser feminista, como intelectual y como historiadora, habiendo investigado los distintos condicionamientos históricos que nos han mostrado durante siglos como sujetos no racionales y que han justificado la corrección de la conducta femenina porque no somos capaces de controlarnos. En el siglo XVIII era incorrecto e impropio que una mujer mirara a los ojos a otro hombre. En el siglo XIX se hablaba de la mujer nerviosa, de que por su naturaleza, por tener útero, la mujer era histérica (la palabra histérica viene de hister, que en griego significa matriz, útero), por lo tanto no éramos capaces de controlar nuestras emociones, lo que hacía muy difícil el que se nos permitiera acceder a una educación formal como la de los hombres y, por lo tanto, la igualdad intelectual no existía. Ha sido toda una lucha para que se nos reconozca en el mismo estatus intelectual que los hombres.

¿Por qué es tan difícil erradicar la violencia contra la mujer?
Porque es estructural, porque está encadenada a una historicidad profunda. Porque llevamos siglos conduciéndonos de esa manera, siglos validando la corrección masculina del comportamiento femenino. No se va a acabar por una ley. Se requieren cambios culturales profundos y por eso reivindico el feminismo como un movimiento intelectual.

¿La intervención de Las Tesis marcó un antes y un después para el movimiento femenino?
Las Tesis apelaron a una experiencia, apelaron a una vivencia común que es transversal a las distintas experiencias de ser mujer. El hecho de que una mujer no se sienta segura caminando por la calle es una sensación de violencia absoluta. Esa experiencia de indefensión es bastante transversal y explica, justamente, el éxito que tuvo la performance de Las Tesis. Una performance rupturista que marcó un hito porque tuvo gran repercusión no solo en Chile, sino también en el extranjero.

¿Por qué es tan importante el tema de la performance?
Porque es la forma femenina de ocupar el espacio público a través del uso del cuerpo. Lo que se ha resaltado de las manifestaciones feministas, como el 8M, es justamente su carácter pacífico. Las mujeres se manifiestan a través de la performance. Cuando fue el mayo feminista del 2018, las estudiantes iban haciendo batucadas, mini obras de teatro, bailes, etc.

“Así como puede haber manifestaciones tranquilas, convocantes, familiares, transversalmente generacionales, como han sido las del 8M en los últimos años, en Chile y en el mundo, hay otras manifestaciones de grupos feministas más radicales. No son violentas, pero generan críticas por su recurso al desnudo femenino. Hay muchas ramas del feminismo. Se habla de feminismo radical, se habla de feminismo liberal, de feminismo interseccional, incluso en algún minuto en Chile, en el Congreso Mariano de 1918, se habló de feminismo católico.

¿Por qué incomoda a algunas mujeres ver a sus congéneres con los pechos al aire?
Porque derivamos de una corriente occidental cristiana en la que eso no solo no estaba permitido, sino que era castigado. El cuerpo femenino, como cuerpo disponible, ha sido una constante dentro de la cultura universal y lo que han hecho estas feministas insertas en estas corrientes más radicales ha sido decir ¿por qué nosotras no lo podemos usar en el espacio público cuando ustedes lo han usado siempre?

¿Cuáles fueron las brechas que agudizó la pandemia?
En Latinoamérica, las mujeres retrocedimos diez años en cuanto al acceso al trabajo y eso es brutal. Con todo lo que cuesta avanzar en materia laboral en el ámbito femenino, retroceder diez años en diez meses ha sido una locura. Me parece que no se ha visibilizado lo suficiente la relevancia que tuvimos las mujeres en el último año. Tradicionalmente, y por cultura, las mujeres nos hemos dedicado a las tareas de cuidado y educación. Y justamente fueron esos dos ámbitos los más perjudicados, los más complicados y los que recibieron el mayor peso durante el último año de la historia.

¿Cómo ves a la mujer chilena?
No podría encasillar a la mujer chilena, me cuesta hablar de ella en términos genéricos, y eso es parte de la posmodernidad; es decir, cuesta mucho hablar en términos universales, porque ya no hay verdades absolutas y cada uno construye su verdad. Hay una fragmentación en la identidad femenina y eso es bien interesante.

Sin embargo, Verónica subraya que hay importantes diferencias generacionales. “El feminismo en la época de nuestras abuelas era un tema mirado de manera bastante peyorativa. Ser tildada de feminista tenía una etiqueta negativa, para qué decir en la década del ochenta, porque además se sumaba una carga ideológica política. En la actualidad, la adhesión al feminismo, entendido como una instancia que aboga por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, tiene bastante más participación en la juventud que en los adultos y los adultos mayores”.

¿Estás de acuerdo con el aborto?
No podría ver el aborto como una solución, yo creo que aquí el único camino es la educación en la responsabilidad, en los deberes y también en la educación en el afecto. Todos debemos ser responsables por nuestros actos. El tema del aborto no es un tema femenino, es un tema de los progenitores. La paternidad responsable es igual de importante que la maternidad responsable.

¿Dónde debiera estar el foco en esta nueva constitución?
Si queremos emparejar la cancha y no perder talento, la paridad me parece que es una práctica importante y necesaria porque actualmente no hay igualdad de condiciones. Pero más allá de la paridad, hay dos temas relevantes: compartir los costos de la crianza y la desigualdad salarial.

“Si consideramos que un número importante de hogares son sostenidos por mujeres, el hecho de que ganen menos que un hombre por el mismo trabajo, no es solo una reivindicación femenina, es una cuestión que trasciende al salario de esa mujer. Involucra a un número importante de niños y jóvenes que dependen económicamente de ella. Esa es una deuda que tenemos que resolver como sociedad”.

 EN PRIMERA PERSONA

Tiene dos hijos, un jardín de rosas y en su velador el libro Casa grande, del escritor y abogado Luis Orrego Luco. “Disfruto mucho leer literatura. Mi último libro fue Memorias de una joven católica (Mary McCarthy). Lo encontré fascinante, en especial sus experiencias en el internado católico”.

¿Qué te relaja?
Me gusta jardinear, meter las manos a la tierra y respirar humedad es terapéutico para mí. Soy muy buena jardinera y gran podadora de rosas.

¿Te gusta la docencia?
Me gusta dar clases, pero me gusta más investigar. Por mí estaría todo el día leyendo documentos, yendo a los archivos, escribiendo artículos, libros.

Actualmente participa en cinco proyectos de investigación, dirige tres tesis doctorales y dos de magíster. Está escribiendo un libro sobre género y resistencia, otro sobre mujeres y emociones y coordinando un par más. Una cantidad de esfuerzo, trabajo y energía enorme para quien se quiere dedicar a la academia. “Es realmente demandante. Me gusta mucho, pero trabajo mucho”, comenta con la sonrisa cómplice de quien se sabe atrapada por la Historia.

¿Cómo te llegó el reconocimiento entre las 100 mujeres líderes 2020?
De manera muy sorpresiva. Premiaron a veinte científicas y yo fui la única de Humanidades, lo que fue especialmente gratificante para mí. Creo que se premió mi trabajo como investigadora y se valoró el compromiso que tengo con los dos consejos, tanto de la PUC, como del Ministerio de Ciencias para promover la igualdad de género dentro de la investigación científica. Está documentado que ser mujer pesa negativamente a la hora de investigar. Aunque no lo creas, se ha comprobado que a los papers presentados por autoras femeninas, cuando se les borra el nombre, tienen más probabilidades de publicarse.

¿Qué te gustaría?
Tengo pendiente escribir una historia novelada de un personaje fascinante que descubrí en mi tesis doctoral, un joven comerciante llamado Mateo Luján (nieto de una india y un mulato), del siglo XVIII, que logró ocultar su identidad y se quería casar con Isabel Serrano, una mujer de elite. En esa época existía una norma, emanada de España, llamaba la Real Pragmática de Matrimonios, que impedía el matrimonio entre sujetos desiguales. Sin embargo, los novios podían apelar a esa oposición ante la Real Audiencia. Y se generaron estos juicios de disenso matrimonial en donde cada una de las familias trataba de probar o no sus diferencias sociales.

¿Hubieras nacido en otra época?
Me gusta ser mujer de mi tiempo. No habría podido desarrollarme como lo he hecho si no hubiera nacido en 1974.