Pablo Valenzuela: Mirada personal

Fotógrafo

El paisaje casi monocromático que nos ofrece este ingeniero civil, la luz rasante, la escarcha, la ausencia de viento, el azul desteñido, forman parte de La otra Patagonia, un compendio de imágenes minimalistas con las que busca mostrar un paisaje mil veces visitado, pero desde otro prisma. Enemigo de las postales clásicas y de lo evidente, el lente de Pablo Valenzuela logra capturar la belleza de un paisaje austero, infinito e inspirador, ese que se dibuja en un instante fugaz.

Por Macarena Ríos R./ Fotografías Pablo Valenzuela V.

“La fotografía es una forma de vida, una manera de entender el mundo, de interpretar la realidad, de contar una historia. Observar un paisaje y plasmarlo en una foto, pero con una mirada que se aleja de la obviedad, es lo que me motiva a una búsqueda sin límites, donde se reflejan mis vivencias y emociones. En la fotografía se une mi amor por la belleza, por el patrimonio natural y cultural y por el arte.

Una buena fotografía es aquella que logra transmitir, conmover. Que dé cuenta de una realidad dada por el espacio y el instante, desde una mirada personal. Que en ella se note un vínculo, una emoción, un discurso y que no se haga siguiendo patrones o modas establecidas.

La otra Patagonia es la Patagonia distinta de las postales clásicas. Aquella Patagonia que se acerca a ese paisaje lineal y limpio visualmente, que tanto me atrae. Aquella Patagonia de la vastedad, del clima inestable, del escenario que cambia radicalmente de un lugar a otro, de aquel cielo que no termina y que se proyecta al infinito.

Este lugar me trae los mejores recuerdos, como aquel viaje a los diecisiete años a dedo por Chile y Argentina y cuya meta fue llegar caminando a las cuevas de hielo del glaciar Grey, en una época en que ir a Torres del Paine demandaba un gran esfuerzo. Por otra parte, en la Patagonia está una ciudad que me encanta: Punta Arenas, una ciudad única dentro del contexto chileno; me atrae su historia, su integridad, su patrimonio arquitectónico y, por cierto, su cementerio.

La Patagonia ha sido un gran lugar de inspiración para retratar ese paisaje austero, con escasos elementos figurativos y cromáticos. Aquí desarrollé la serie Habitar la inmensidad, que trata de cómo los chilenos habitamos e intervenimos nuestro territorio, particularmente en la estepa austral. De cómo la escala humana se hace presente frente a la amplitud del paisaje que se pierde en el infinito.

 Ser fotógrafo fue un proceso paulatino. Empecé muy joven siendo montañista. El subir cerros me dio la posibilidad de generar un vínculo muy sólido con la naturaleza. Mientras estaba en la universidad, hacía charlas, diaporamas, escribía reportajes y arrendaba fotos. Reconozco sentir un profundo amor por nuestro territorio y esta sensación es la que me hizo incursionar en la fotografía, que al principio fue el medio para dar a conocer y poner en valor el patrimonio natural de Chile. Lo que en un inicio tuvo una mirada más documental, con cierto sentido ambientalista, con los años fue evolucionando hacia una mirada menos obvia, más abstracta, que es lo que me motiva hoy en día.

Junto con ser una expresión artística en la cual yo comprometo todos mis sentidos, en la fotografía existe un sólido vínculo entre mi persona y el objeto que yo capto. Yo vibro con los paisajes, y es por esa razón que al fotografiarlos entrego toda mi energía.

Chile es una gran fuente de inspiración. Creo que a través de una mirada artística puedo contribuir a poner en valor ese patrimonio. Mi gran sueño es que exista un sentimiento generalizado de amor y respeto por nuestra identidad y que el público valore lo que tenemos, porque quien no conoce, no valora; y quien no valora, no cuida.

Con estas imágenes quisiera contribuir al conocimiento y valoración de nuestro patrimonio natural y cultural, que exista la convicción de que es urgente preservar este patrimonio para el goce de esta y las futuras generaciones. Que sea un tema que nos identifique como país. Que cuando se hable de fotografía chilena, latinoamericana, no solo esté la marginalidad o la política —temas importantes, por cierto—, sino también nuestro patrimonio abordado desde un punto de vista artístico. Chile debiera ser la Nueva Zelandia de Sudamérica. Tenemos todo para serlo, pero falta enamorarnos de lo nuestro.

Me atraen mucho los paisajes minimalistas, de pocos elementos figurativos y cromáticos, aunque a veces incorporo el color, pero en planos cerrados. Creo que lo que más me define es la búsqueda de la geometría en el paisaje natural y humano.

Me inspira la belleza del instante, pero no se trata de una copia literal de este instante, sino de una interpretación de este. Una vuelta de tuerca. Una interpretación que no se logra con intervenciones artificiales durante ni después de la toma, sino a través de la mirada personal. Uno es quien hace la fotografía con los elementos que observa en ese momento.

No busco grandes vistas ni paisajes. Por el contrario, persigo alejarme de la obviedad para acercarme a lo abstracto. Abandonar la amplitud para concentrarme en lo mínimo. En las líneas y texturas. Pero sin jamás alejarme de la realidad. Porque la realidad está ahí y es uno el que la interpreta. Esa realidad dada por la geografía, la materia, la textura y el instante. Esa realidad que a través de la mirada personal transformo en sensaciones. Ese preciado segundo que de vez en cuando se me regala, que me hace vibrar profundamente y agradecer ser fotógrafo”.