Constituir una república  

por Sergio Melitón Carrasco Álvarez Ph.D.

India celebró setenta y cuatro años de vida independiente. El 15 de agosto, en cada aldea y ciudad hubo una ceremonia de despliegue de la bandera, la que se mantiene formando una bolsa en lo alto de un mástil. Tras entonar la canción nacional —el Vande Mātaram— se tira una cuerda y se despliega el emblema tricolor que deja caer cientos de pétalos de flores, simbolizando augurios y bendiciones que derrama la Madre India sobre sus mil cuatrocientos millones de habitantes.

India es Vande Mātaram (La Tierra Madre) que hoy congrega a casi un quinto de la humanidad. Grande, la India. Reúne a tanta gente distinta (como sería toda América, de Alaska a Tierra del Fuego) bajo una sola bandera, porque a nadie se le ocurriría ondear otra; y tiene una sola Constitución, que hasta ahora tampoco a nadie se le ha ocurrido cambiar.

La Constitución es el cuerpo legal fundamental que sienta la base de un Estado y hace posible la construcción y la existencia de una república. Mas, siendo la tradición republicana un desarrollo propio de la civilización occidental, cuando en 1947 los fundadores de India se propusieron conformar un nuevo corpus legal, vieron que estaban ante un problema. En 1945, India era una realidad nueva, resultado de la fusión de reinos e imperios antiguos; finalmente, era una creación imperial británica. Pero también era un enorme ente político, irrigado por torrentes de venerables tradiciones, aún muy vigentes, que habían dado vida a esa enorme zona del orbe, por milenios. Un constituyente debía ser capaz de convocar a todo ese universo gigantesco, tarea titánica que asumió Bhimrao Ramji Ambedkar, primer ministro de Justicia y encargado de conducir el comité redactor de una Constitución para la nueva India.

Se había preparado toda su vida para eso, y se podría decir que entregó hasta su último aliento para concluir la magna tarea. Murió en 1956, con sesenta y dos años. Por eso le llaman Babusahib Ambedkar, literalmente “amado padre y maestro”. Porque Ambedkar no intentó comenzar una Constitución desde cero. Con la humildad propia de los pensadores en los que se inspiró, quiso componer el todo social haciendo una refundación integral, sin excluir a nadie Siendo un infatigable defensor de los descastados (fue el creador del partido Bahujan Samaj, o sea, de los despreciables), jamás pensó en una revolución destructiva. El tesoro de India es su pasado; y de su vieja densidad histórica debía provenir la nueva creación. Se apoyó en toda la ancha banda de producción intelectual, fue hasta las mismas raíces sin despreciar nada: escuelas brahmánicas y no-brahmánicas, budismo, jainismo, sikhismo, islam. De cada cosa sacó la mejor gema para constituir la república.

Pero además, apreció las ideas modernas; estudió otras constituciones: la de Estados Unidos, el cuerpo legal francés, el alemán. Observó los desarrollos que sucedían en Asia, en especial el nuevo Japón, y hasta hizo inmersión en escritos legales chinos. Pero su búsqueda e investigación del espíritu de la ley la obtuvo mirando el alma profunda de Vande Mātaram. India es la civilización cuyo tema central es la tenaz búsqueda de la libertad absoluta (moksha), a la que se llega renunciando al egoísmo, abrazando la generosidad y el cumplimiento del deber en el contexto social (para nada distinto a la idea cristiana de “Ama a Dios, y ama al prójimo”). Y el ideal hindú de sociedad se llama rashtra, algo así como “reino sagrado”, que es el camino y la meta; pero que no es de este mundo, porque es la ley y la verdad que reina en el corazón.

India tiene un sólido cuerpo heredado del British Empire, aunque con aroma a incienso y sabor a masala. Conforma una unidad en extremo compleja, que sin embargo funciona con precisión inglesa; y en gran parte, esa eficiencia se debe a la definitiva fundación legal sentada por B.R. Ambedkar, un hombre noble si bien provenía de una casta inferior, quien en vez de quedar atrapado en resentimientos logró lo más alto de la academia y de su profesión. Un sabio, un conciliador, Ambedkar nunca alzó un puño amenazante contra nadie, sino buscó crear la condición para que cada quien hallara su senda al rashtra en un país que recobraba su plena dignidad.

Babusahib Ambedkar fue equiparado a Mohandass Gandhi; porque uno le dio la libertad al país, el otro creo respeto mutuo entre los ciudadanos. Y ese respeto dio seriedad y validez a la república soberana. Ambedkar y Gandhi son los constructores de la India, la más vieja de las naciones, pues la hicieron renacer sin destruir. Gandhi creyó en la resistencia pacífica, en la ahimsa, la vía no-violenta a los cambios; Ambedkar volvió al corporativismo aldeano esencial. Ambos propusieron el renacimiento de la potencia creativa de la India del Yoga, la que sabe reconciliar a la humanidad con Dios. Una lección para lo que nos proponemos hacer, o no hacer, nosotros en nuestro país.

 

Síntesis de la conferencia ofrecida en la Universidad Diego Portales, año 2016: Babusahib Bhimrao Ramji Ambedkar (1891–1956), padre de la Constitución de la India).