Restaurante Marco Polo: A la italiana

Parte de los restaurantes más antiguos de Valparaíso, Marco Polo es sinónimo de historia, de familias inmigrantes, de la cocina ítalochilena y de las tradiciones del barrio puerto. Un viaje al pasado que nos lleva a tiempos cuando íbamos a compartir con nuestros padres o abuelos.

Por María Inés Manzo C. / Fotografía Teresa Lamas G.

Marco Polo es uno de los restaurantes más conocidos —y recordados de generación tras generación— de Valparaíso, sobreviviente de todos los cambios que ha tenido el barrio comercial El Almendral y parte de la famosa Ruta Italiana de la Ciudad Puerto.

En 1955 comenzó como una pequeña fuente de soda y pastelería ubicada frente al Parque Italia, de la mano de la familia Peirano. Pero a los pocos años, exactamente en 1960, los hermanos Egidio y Giovanni Mazzino, emigrantes italianos provenientes de Cogorno, Génova, le dieron una nueva vida al lugar y lo transformaron en restaurante, donde el sello desde entonces ha sido la buena comida italiana y chilena, junto a la heladería y pastelería de producción propia.

Por él han pasado un sinfín de clientes (algunos que van hace más de cuarenta años), turistas nacionales y extranjeros e incluso cantantes como Nicole o Denisse Malebrán del grupo Saiko. Y hasta el día de hoy no es extraño ver, habitualmente, a Los Jaivas, a Pancho Sazo de Congreso o parte de los Inti-Illimani tomándose tranquilamente un café.

“Los fundadores estuvieron trabajando codo a codo hasta que, en 1999, lamentablemente, el tío Giovanni enfermó y falleció. Después nuestro hermano Giorgio siguió apoyando el negocio familiar, hasta que nosotras nos hicimos cargo el 2013. Nuestro padre nos inculcó, como buen inmigrante italiano, la pasión por el trabajo y por eso, de una u otra forma, siempre quiso estar presente, hasta que falleció en 2016. Hoy somos las mujeres de la familia las que lideramos, orgullosamente, ese legado”, cuenta Daniella junto a su hermana Alessandra Mazzino.

Este es un restaurante tradicional, y a la gente le encanta eso. Tenemos una ‘clientela nostálgica del pasado’ y lo bonito de este negocio es que vienen abuelitos a contar sus historias, de cómo les pidieron matrimonio en este mismo lugar o nietos que viajan desde Santiago a visitarnos, porque aquí tomaban sus helados de pequeños. Por Marco Polo han pasado muchísimas generaciones y nos seguimos manteniendo pese a todas las dificultades que hoy se viven en Valparaíso. La verdad es que no nos cambiamos, porque tenemos una clientela fiel que siempre nos sigue prefiriendo”, agregan.

¿Qué historias recuerdan?
A: Siempre nos preguntan por los “antiguos dueños”, porque hay muchos recuerdos y las historias no faltan de estos italianos que “vivían peleando” (ríen). Por ejemplo, en los tiempos de nuestro padre y tío el local se cerraba a las tres de la mañana. Había un ambiente muy entretenido, en el subterráneo tenían un wurlitzer que funcionaba para las fiestas hasta que comenzó el famoso toque de queda. En ese tiempo estuvo la opción de volver a Italia, porque llegó una bomba al local que destruyó todo. Era muy chica y me acuerdo que sólo quedó el piso, fue impresionante. Pero finalmente se volvió a construir el restaurante porque nuestra madre, Mónica Saieg, no se quería ir de Chile.

LA BUENA MESA

Su oferta gastronómica —de desayuno a cena— llama la atención por una amplia carta que va desde una rica pastelería, pasando por los clásicos menús para la hora de almuerzo a sándwiches, hamburguesas, completos, helados, etc. Pero, por supuesto, los infaltables son las pizzas, lasañas y pastas italianas como ravioles, ñoquis, canelones, panzotis, entre otras delicias que, incluso, fueron comentadas por el programa de gastronomía Recomiendo Chile de Canal 13.

“Como al principio esta era una fuente de soda, se servían los almuerzos de los empleados en el mismo salón (tradición que mantenemos hasta hoy) y muchas personas comenzaron a ver y pedir lo mismo que comían ellos. Esta zona estaba llena de empresas, como la Fábrica Hucke, que tenían muchos trabajadores. Así nos convertimos en los primeros en ofrecer distintos tipos de menús en Valparaíso, incluso en la región. Siempre destacó la comida casera y, alrededor de 1978, mi padre compró las máquinas de pasta y helados en Italia, que hasta hoy funcionan impecables”, cuenta Alessandra.

¿Qué destaca a su equipo de trabajo?
D: El compromiso. Por ejemplo, nuestro administrador, Luis Lanata, lleva más de cuarenta años, conoce a todos los clientes, incluso más que nosotras. A los más antiguos los formó mi papá y mi tío, tenemos un grupo que ha ido creciendo con Marco Polo.

¿Cómo ha sido trabajar en familia?
D: La verdad es que trabajé con mi papá desde chica. Ya en 1997 me traía al local después del colegio y de una u otra forma se fue dando de manera natural que yo aprendiera todo.  Por otro lado, este es un rubro muy sacrificado, pero es mi familia y sabemos que mutuamente nos vamos a cuidar siempre. Cuando mi papá se iba a jubilar, mi hermano, que es arquitecto, sintió que era hora de tomar otro rumbo. En ese momento Alessandra me convenció para seguir con nuestros maridos. Hoy sigue en el equipo mi marido y el hijo mayor de mi hermana.

NUEVOS AIRES

“Cuando Giorgio dejó el negocio, tras trabajar catorce años, indudablemente el restaurante tuvo que pasar de manos masculinas a femeninas. No fue fácil, porque nuestro papá comenzó a los veinte años en este rubro, incluso trabajando diecisiete horas diarias a pulso y pura garra. Como buen italiano, el ritmo de trabajo era muy intenso. Por eso, incluso, luego de retirarse venía todos los días, aunque fuera un ratito. Ahora trabajamos más relajadas, adecuadas a los nuevos tiempos, pero la verdad es que nunca paramos porque hay mucho movimiento y todo el día”, detalla Daniella.

¿Cuál es el mayor desafío?
A: Tuvimos la suerte de tomar un negocio que ya estaba formado, por eso nosotras nos hemos dedicado a mantenerlo y mejorarlo. Si bien no tenemos que ir a buscar nuevos clientes, ni podemos hacer cambios muy bruscos a la marca, de a poco hemos ido renovando la carta, cambiando el mobiliario y las maquinarias. Pero tampoco podemos cambiar mucho, porque la gente nos reclama (ríe). Tratamos de mantener el estilo de siempre con nuestro sello.

D: Además hoy no podemos dejar de lado las redes sociales, por eso tenemos nuestro Facebook (@marcopolovalparaiso) e Instagram (@marcopolovalpo), donde vamos informando nuestros menús y novedades a los clientes.

¿Cuáles son sus proyecciones?
A: Queremos expandirnos hacia Viña del Mar, pero quizás sólo con los sándwiches. A mis dos hijos les gusta el tema culinario y al mayor, que está terminando ingeniería comercial,  le interesaría mucho continuar en el futuro. Ese es un proyecto a largo plazo, pero que habla del deseo familiar de seguir con esta tradición italiana.

 

“Este es un restaurante tradicional, y a la gente le encanta eso. Tenemos una ‘clientela nostálgica del pasado’ y lo bonito de este negocio es que vienen abuelitos a contar sus historias, de cómo les pidieron matrimonio en este mismo lugar o nietos que viajan desde Santiago a visitarnos, porque aquí tomaban sus helados de pequeños”.

“Esta zona estaba llena de empresas, como la Fábrica Hucke, que tenían muchos trabajadores. Así nos convertimos en los primeros en ofrecer distintos tipos de menús en Valparaíso, incluso en la región. Siempre destacó la comida casera y, alrededor de 1978, mi padre compró las máquinas de pasta y helados en Italia”.