Daniel Sziklai, fotógrafo: Naturaleza salvaje

Para este ingeniero, la fotografía es una pasión que moviliza y que lo ha llevado a ser parte de grandes aventuras al más puro estilo National Geographic. Amante de la naturaleza, hoy forma parte de un grupo de fotógrafos que recorren el mundo en busca de la toma perfecta. “Las mejores fotos no se logran a la hora y el lugar más cómodo, hay que levantarse antes del amanecer, caminar mucho, cansarse, tirarse al suelo, mojarse, pasar frío, ser picado por mosquitos, pero al final, la naturaleza siempre te recompensa”. En estas páginas, una breve selección de su trabajo.

Por Macarena Ríos R./ Fotografías Gentileza Daniel Sziklai

“La fotografía ha sido parte de mi vida desde siempre. Al principio, como un espectador de grandes fotógrafos como Ansel Adams, Robert Doisneau, Sebastiao Salgado, André Kertés, y Robert Capa, de quien aprendí que si mis fotos no son lo suficientemente buenas, es porque no estaba lo suficientemente cerca.

Debo de haber tenido unos diez años cuando hice mis primeros disparos en uno de los tantos viajes familiares, con la cámara de mi padre, el primer gran fotógrafo que conocí y quien me regaló mi primera cámara: una Canon A1 a los quince años y que se convirtió en una compañera inseparable.

El poder detener el tiempo y dejarlo plasmado en una fotografía, donde lo importante era el instante más que la técnica, me llevó a recorrer distintos lugares, tratando de captar algo que me hiciera sentido. Un rincón, una mirada, una acción. Una historia.

El proceso de revelado se hacía encerrado en un cuarto oscuro. Un romanticismo que fue transitando hacia la era digital, donde el menor costo y la posibilidad ilimitada de la fotografía, la fui integrando con la naturaleza y las aves: mi otra pasión.

La fotografía es esa oportunidad de lanzarme a la aventura, soñar con un lugar lejano para encontrar ese momento único e irrepetible. Por eso es que los fotógrafos de naturaleza podemos ir al mismo lugar muchas veces, porque siempre habrá oportunidades y aprendizajes nuevos.

El año 1998, renuncié a mi trabajo y me fui por dos meses a India y Nepal, haciendo una fotografía bastante distinta de la que hago ahora. Sin embargo, después del 2010, comencé de manera más intensa a hacer viajes con fines fotográficos. La Patagonia, Arica, San Pedro de Atacama, son lugares privilegiados para los amantes de la naturaleza.

En esa época conocí a Rodrigo Moraga, que estaba iniciando el proyecto de Natphoto y comenzaron los viajes fotográficos. Primero fuimos a Misiones en Argentina, donde aparecieron las aves de colores y luego a Santa Rosa de la Pampa, donde aprendí la fantástica técnica de hidrohide, que permite una aproximación para las aves acuáticas como ninguna otra.

Más tarde vendría el Amazonas peruano, el Manu, Costa Rica, Australia, Mindo y Yasuní en Ecuador y la Mata Atlántica Brasileña, un lugar que se descubre día a día y que sobrevive pese a la depredación del hombre que ha hecho que este bosque sea hoy un doce por ciento de lo que fue.

Y el sueño de los fotógrafos de naturaleza: las islas Malvinas, uno de los pocos lugares en que la naturaleza, y especialmente su fauna, te acoge como uno más.

ENTRE PASIÓN Y OBSESIÓN

Esto de la fotografía es algo que transita entre pasión y obsesión. Por lo general, me cuesta mucho levantarme temprano, pero cuando se trata de fotografía, podría pasar días sin dormir. Como cuando fuimos en busca de la Águila Harpía —una especie icónica muy difícil de fotografiar en situación salvaje— en el Amazonas ecuatoriano con una niña indígena como guía, quien nos tuvo caminando por varias horas bajo la lluvia a través de colinas boscosas. O las horas de espera a la orilla de un río para poder inmortalizar al royal flycatcher, llamado el “fantasma del bosque”.

Me gusta mucho salir a caminar fuera de casa y desconectarme de lo urbano. Y las aves son protagonistas absolutas de ese entorno. Dan vida y ambiente al lugar a través de su canto, del movimiento que generan cuando caminan por un pastizal, o mientras vuelan de rama en rama. Siempre es un desafío fotografiarlas.

Hay una variedad infinita de especies. En Chile, tenemos poco más de quinientas especies y aún existe una cantidad importante que no he logrado siquiera ver. En el mundo hay cerca de diez mil, así que tengo entretención para rato.

La mejor manera de aprender es ver mucha fotografía, sobre todo de los grandes, y por supuesto, salir a tomar muchas fotos haciendo prueba y error. En mis salidas, casi siempre trato de acompañarme de un biólogo o un guía local que me ayude a encontrar esos buenos lugares y me apoye con el conocimiento de la especie y su conducta.

Las mejores fotos no se logran a la hora y en el lugar más cómodo. Hay que levantarse antes del amanecer, caminar mucho, cansarse, tirarse al suelo, mojarse, pasar frío, ser picado por mosquitos, pero al final la naturaleza siempre te recompensa”.

 

 

“Hace menos de un año recorrí el Amazonas, sus ríos y bosques y no hay centímetro de territorio que no tenga vida”.

“Esto de la fotografía es algo que transita entre pasión y obsesión. Por lo general, me cuesta mucho levantarme temprano, pero cuando se trata de fotografía, podría pasar días sin dormir”.

“La luz es todo, o casi todo en fotografía. Temprano en la mañana o bien al final de la tarde, es un excelente momento para salir a buscar la luz”.