Las Islas Diego Ramírez, un silencioso aniversario

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Este año no solo se cumplen 400 años del hallazgo de dichas islas, sino que también se concreta la bella iniciativa de que dicho lugar y su entorno marítimo pase a ser el área protegida más austral del continente americano. 

Hace muchas décadas, se solía decir que Chile se extendía desde Arica hasta las islas Diego Ramírez, haciendo alusión a aquel lejano y solitario archipiélago meridional, el más austral de América y antesala del Paso Drake. Sin embargo, con el tiempo, dejó de ser nombrado con regularidad, seguramente a raíz de la importancia que tomó la política de afirmación soberana de la Antártica Chilena, que reformuló nuestra conciencia territorial ahora extendida hasta el Polo Sur.

No obstante, aquellas islas Diego Ramírez siguen siendo de vital importancia para el país. A tal punto, que en 2018 se anunció la creación del Parque Marino Islas Diego Ramírez y Paso Drake, deseo que a partir de enero de este año se concretó oficialmente, posibilitando la protección de 144.390 km2 de áreas marinas además del bello archipiélago, cuyas islas mayores, Bartolomé y Gonzalo, más un grupo de islotes, conforman un patrimonio natural del alta importancia estratégica para el país.

Ahora bien, ¿por qué este archipiélago lleva ese nombre? La respuesta hay que buscarla en la historia, específicamente en el año 1619, hace exactamente 400 años. Dos naves al mando de los hermanos Nodal, “Nuestra Señora de Atocha” y “Nuestra Señora del Buen Suceso”,  fueron enviadas al sur de América para confirmar unas noticias que habían llegado a la Península Ibérica, en que unos marinos neerlandeses —Schouten y Le Maire—, habían hallado un paso en el sur del estrecho de Magallanes, al que denominaron “estrecho Le Maire” y luego un cabo, al que llamaron “cabo de Hoorn”.

Para las autoridades hispanas fue un duro golpe el saber que pudiese haber un nuevo paso interoceánico además de Magallanes, puesto que se podía perder la primacía y el control de un corredor tan estratégico como era la unión entre el Atlántico y el Pacífico. Por esta razón en 1618, zarparon desde Lisboa con bandera hispana las dos naves aludidas al mando de los hermanos Nodal, y cuya tarea era confirmar el hallazgo y tomar posesión para España de dichos territorios, porque se entendía que eran parte de sus dominios americanos. En dicha expedición, el piloto se llamaba Diego Ramírez de Arellano, un destacado cosmógrafo nacido en Játiva, Valencia.

Dichos navegantes efectivamente confirmaron la existencia del paso “Le Maire” al que renombraron como “estrecho de San Vicente”, y luego, más al sur hallaron el cabo, al que rebautizaron como “cabo de San Ildefonso”.

Y fue precisamente en ese recorrido de exploración, que los llevó hacia el extremo sur, que en enero de 1619 avistaron un archipiélago que identificaron acertadamente como las islas más australes de América, al menos hasta ese momento. Y dado que ningún navegante las había avistado antes, en honor al hábil piloto de la expedición, les llamaron “islas Diego Ramírez”.

Aunque los nombres de “San Vicente” y “San Ildefonso” no prosperaron, porque perduraron los impuestos por los neerlandeses, desde entonces y hasta hoy, nadie cuestionó que el archipiélago austral se llamara Diego Ramírez, en soberanía chilena desde el siglo XIX y con guardafaro desde mediados del siglo XX.

Este año se cumplen entonces 400 años del hallazgo de dichas islas, y en este mismo año, se concreta la bella iniciativa de que dicho lugar y su entorno marítimo pasa a ser el área protegida más austral del continente americano.