Orígenes del actual Patrimonio Histórico de Viña del Mar  

FOTOCOLCONECTADOS

Viña del Mar sigue siendo una comuna joven si se la compara con otras ciudades del país. Nacida en la segunda mitad del siglo XIX como administración independiente de Valparaíso, su origen urbano se remonta a la construcción de la vía férrea desde Valparaíso a Santiago a partir de octubre de 1852, y que terminó por conectar la estación Barón con Viña del Mar el 16 de septiembre de 1855.

Por lo anterior es que más allá de las construcciones que existían antes de este episodio —y que se vinculaban principalmente a las actividades de las antiguas haciendas de “Viña de la Mar” y “Las Siete Hermanas”—, las primeras viviendas se comenzaron a construir junto a la vía del ferrocarril, en lo que hoy conocemos como “par vial Viana–Alvares”, calles que recordaban el lugar de nacimiento y apellido de quien había sido el propietario de la hacienda, el portugués Francisco Alvares, natural de Viana da Castelo.

Pero fue José Francisco Vergara el que logró fundar la nueva ciudad y establecer una nueva traza urbana a partir de fines de 1874, proceso que tardó décadas en concretarse. Así, lentamente aparecieron las primeras casas y construcciones, algunas de las cuales aún sobrevivían en dichas arterias hasta hace pocos años atrás. Luego vino el terremoto de 1906 que afectó a Valparaíso y sus alrededores, drama que terminó por acrecentar el proceso constructivo de Viña del Mar, en especial, el sector del Cerro Castillo, Miramar, Agua Santa y Las Colinas, así como también, en la población Vergara y en los alrededores de la plaza, la estación y la parroquia.

Pero nada de lo que se construyó era “patrimonial”. Lo que hoy conocemos como “Palacios” eran en realidad casas muy lujosas que tenían fines habitacionales, encargadas por familias que vivían y tenían sus negocios en el entorno de aquel Valparaíso pujante en temas financieros y comerciales

Pero pasaron los años, y cuando el municipio aún era pequeño, vinieron las decisiones con mirada de futuro. Hacia 1930, las autoridades de la joven comuna decidieron adquirir una bella casona que se había levantado hacía poco tiempo en la avenida Libertad. Se trataba de lo que hoy conocemos como “Palacio Carrasco”, el que pasaría a ser la casa consistorial. Años más tarde, en 1943, otros visionarios decidieron comprar la Quinta Vergara, incluyendo la imponente edificación que ahí se levantaba, la que tampoco era muy antigua, porque se había construido en 1910, pero había plena conciencia del valor del inmueble y la trascendencia en la historia de la comuna. En 1956, nuevamente se tomó una decisión con mirada visionaria: se compró la quinta conocida hoy como “Palacio Rioja”, caserón que había sido levantado en 1907, por lo que entonces aún no cumplía medio siglo de historia.

Y lo mismo ocurrió en 1959, cuando fue salvada de su demolición la emblemática casa–castillo Wulff, edificación que si bien no era muy antigua, era un símbolo que no podía perderse. En suma, todos los “Palacios” de la ciudad, que hoy son el orgullo de la misma, eran de propiedad privada y todos fueron comprados por un municipio que no tenía muchos recursos, pero sí bastante empuje y una mirada visionaria. ¿Por qué se dejó de comprar? ¿Acaso no hay patrimonio que debiese ser salvado para el futuro? Creo que llegó el momento de actuar y salvar obras emblemáticas para la ciudad y para las futuras generaciones, de la misma forma en que las autoridades del pasado lejano pensaron en nosotros y nos dejaron un legado invaluable.