En el extremo sur de Chiloé existe una red de más de ciento treinta kilómetros de senderos con caminatas aptas para toda la familia y otras más extremas, ideales para internarse en la naturaleza y pasar varios días entre bosques y turberas. Incluso hay una ruta que cruza el parque de norte a sur, travesía que puede tomar hasta cinco días y, sin duda, es recompensada por la belleza de sus paisajes y la grata acogida, al final del trekking, de los habitantes de caleta Inío, uno de los rincones más aislados de Chile.

Texto Constanza Fernández C.
Fotografía Constanza Fernández C. y Rodrigo Suárez Ch.
conifernandez@gmail.com

 

Tantauco es un parque privado —propiedad de Fundación Futuro— con más de cien mil hectáreas protegidas, un proyecto que desde su creación, en 2006, se desarrolla y trabaja para llegar a ser un destino de naturaleza sustentable, conservando ecosistemas propios de la isla de Chiloé, con el objetivo de ofrecer una experiencia de profundo contacto con la flora y fauna nativa. Ubicado en la zona costera de la comuna de Quellón, ocupa más del diez porciento del territorio de la isla, una especie de paraíso perdido donde los visitantes suelen ser absorbidos por el silencio y la soledad. Y es que al lugar sólo llegan buses en verano (agencias turísticas) y, si bien la zona norte es accesible en vehículos altos o camionetas, el sur solo puede ser alcanzado caminando durante varios días, en lancha o avioneta.

En Castro, el apart hotel Palafito Azul, a tan solo pasos de las oficinas del parque, es un excelente y cómodo punto base para organizar el viaje que toma cerca de cuatro horas hasta el Lago Yaldad, primer acceso norte con tres senderos cortos para hacer en familia durante el día y descubrir, entre otros atractivos, la historia del Mañío Abuelo. Veinte kilómetros más al sur aparece el Lago Chaiguata, los domos, el camping y senderos más largos como el “Bosque Hundido” y “Los Ñirres”, realizables en una mañana o tarde.

Las avionetas a Inío también salen de Castro y son la forma más rápida de acceder a la zona sur del parque. En menos de cuarenta minutos de sobrevuelo el horizonte comienza a mostrar los detalles de esta sencilla caleta completamente apartada del continente; se aprecia también la extensión y el verde predominante del sendero Transversal, que en cincuenta y dos kilómetros recorre de norte a sur el parque. Este trekking autoguiado es de alta dificultad y requiere experiencia para atravesar en solitario importantes áreas de turberas (humedales compuestos por materiales vegetales que acumulan mucha agua) que, en ocasiones, obligan a moverse con el agua sobre los talones. El ciprés de las guaitecas, los bosques de tepú y los famosos siempreverdes acompañan a los osados caminantes que deciden entrar en completa inmersión con la naturaleza durante cuatro o cinco días de total desconexión con el exterior.

UN BORDEMAR HUILLICHE 

Cuenta la historia reciente de Inío, que en lengua huilliche significa bordemar, que después de años despoblada, durante los ochenta la caleta recibió la llegada de nuevas familias atraídas por el pelillo. “Nosotros hemos sido gente de mar, gente de alga. Imagínese que a los trece años empecé a venir a Inío, vivíamos en Quellón con mis cuatro hermanas y mi papá nos traía a trabajar y con el tiempo fue aquí donde conocí a mi esposo, él siempre fue de acá de la caleta”, cuenta Silvia Hueicha una de las pocas vivientes de Inío. Vivientes le llaman los locales a las familias estables porque hay muchas que llegan por la temporada de verano y se van. Silvia se casó y formó familia en esta parte de la isla repitiendo la historia del pelillo con sus hijos porque, tal como recuerda, no había otra cosa de la que vivir en la zona y, aunque era un oficio bien pagado, requería mucho sacrificio porque había que estar con los pies en el agua soportando el frío del amanecer por más de cuatro a cinco horas.

Después de toda una vida como alguera, Silvia cambió de rubro porque la marea roja del 2005 afectó la extracción de mariscos y, si antes disfrutaban de una gran variedad de locos, almejas y erizos, hoy sólo quedan unas pocas almejas. Además, de un día para otro, el último verano definitivamente no hubo más compradores para el pelillo. Frente a esta realidad, Silvia creó un negocio con sus siembras. “No sabíamos qué hacer con las hortalizas, teníamos mucha papa nativa que no terminábamos de comer y tenía que dársela a los chancos, lo mismo pasaba con las verduras y lechugas, era una lástima perderlas. Hasta que empecé a pensar que podía trabajarlas y venderlas”, cuenta Silvia, mientras prepara su tradicional plato de papas fritas nativas con róbalo y ensaladas frescas del huerto. “Acá lo que más sale es el róbalo, se pilla una hora antes y se cocina, aunque en muchas partes no lo preparan por las espinas. Yo me doy el tiempo para limpiarlo y lo ocupo casi todo”, asegura la cocinera, confiando en que el turista y el boca a boca irán consolidando su trabajo.

No son más de veinte las familias vivientes de la caleta, aunque durante el tiempo del pelillo fueron muchas más. Ocurre que, además de la marea roja, la educación también influyó en la disminución de población porque la Escuela Pública de Inío sólo llega hasta octavo y para continuar con la enseñanza media hay que migrar a una ciudad cercana, razón por la que muchas familias han dejado sus casas en abandono. “Los papás se van detrás de los hijos y después se acostumbran y se terminan quedando en la ciudad. Creo que por la comodidad, porque los inviernos acá son largos y duros, se han llevado gran parte del borde costero y, además, siempre hay que estar navegando más de cinco horas para ir a comprar víveres y conectar con la isla y el continente”, explica Miguel Nenen, guardaparque de Tantauco y dueño del único almacén del lugar que, entre otras cosas, abastece la cocinería de Silvia. Agrega que, hasta el 2001, la escuela tenía treinta y nueve alumnos y hoy sólo cinco se preparan para los estudios superiores.

EL CIPRÉS QUE NUNCA DEJA DE MIRAR EL GOLFO

Si bien el trekking o la avioneta —única alternativa de visitar Inío por el día— son opciones atractivas, son también exclusivas ya sea por el elevado costo del vuelo o por la alta experiencia que necesita la caminata, de ahí que muchos prefieren navegar en “Coral I”, la lancha que el Ministerio de Transporte dispuso para este viaje, hace tres años, por poco más de mil pesos. Cinco horas mar adentro contemplando hermosos paisajes, siempre que la mar esté calmita, como dicen los locales, es una aventura que también vale la pena vivir y acrecienta esta sensación de aislamiento que genera estar en Inío.

Un día y una noche bastan para recorrer uno de los dos senderos cortos de este lado del parque y el que primero llama la atención es Punta Rocosa, una ruta de 4,5 kilómetros, visible desde la llegada en lancha, que da la vuelta a la punta de roca donde desemboca del río Inío y pasa por el famosos Faro de Ciprés de las Guaitecas, desde donde se aprecia la inmensidad del Golfo del Corcovado. Para Altos de Inío, el otro sendero de 6,4 kilómetros, se necesitan tres o cuatro horas y, al estar en altura, regala hermosas panorámicas además de la magia de poder escuchar y avistar a la ranita de Darwin o algún pájaro carpintero. Quienes tienen más tiempo y experiencia en trekking pueden recorrer el sendero Quilanlar, una ruta de dos días que tiene 9,5 kilómetros de ida y 12,9 para regresar, travesía que incluye antiguas cuevas y conchales de los chonos. Sin duda, independiente del tiempo, los panoramas del parque Tantauco son una experiencia de contemplación y paz indispensable en estos tiempos.

 Dónde dormir en Castro:
www.palafitoazul.cl
palafitoazulreservas@gmail.com / +56 9 63036485

Dónde comer en caleta Inío
La Cocinería: Silvia Hueicha + 56 946803842

Todos los detalles del Parque Tantauco en:
http://www.parquetantauco.cl