Kissy Gutiérrez: Una oportunidad social  

Ella busca dejar una marca positiva en la vida de otras personas, ayudar a los jóvenes que realmente lo necesitan. Por eso disfruta al máximo su rol en la Asociación de Industriales de Antofagasta como encargada de la formación de capital humano en colegios Don Bosco de la región. Hoy, una de sus banderas de lucha es la inclusión de la mujer en todas las áreas de las principales industrias del país.

 Por Fernanda Mattatall / Fotografías por Rodrigo Herrera

Su nombre proviene de una serie de televisión llamada Raíces. Su significado es Flor de Paz y el personaje que lo inspiró era la hija de un esclavo africano que fue la primera de los cautivos en aprender a leer y a escribir. Kissy Gutiérrez hoy le rinde honor a esa historia, en un entorno mayoritariamente de hombres y ligada íntimamente a la educación. Es ingeniera en administración y coordinadora de educación técnico profesional de la Asociación de Industriales de Antofagasta, con dos colegios Don Bosco bajo su cargo. También forma parte de la Mesa Regional de Educación Técnica liderada por el gobierno regional y como si esto fuera poco, recientemente fue destacada por uno de sus últimos logros: ser parte de la Red de Mujeres Líderes en Educación a nivel nacional de Fundación Chile.

Ella se define como “una rebelde sin causa, que hoy trabaja para que la educación sea mejor”. Proviene de una familia de trabajo, estudió en un colegio técnico profesional en Santiago y ha logrado avanzar en lo académico con esfuerzo y estudio constante. En el 2007 se incorporó a trabajar en la Asociación de Industriales de Antofagasta y estuvo a cargo del programa Responsabilidad Social Empresarial, basado en la primera infancia. Ahí se enamoró de la educación: “Me di cuenta de que esto es lo mío”.

Su trabajo para ella significa una retribución de lo que le ha tocado vivir, de todo lo que ha aprendido desde donde partió, hasta el gremio empresarial donde ha llegado. Se siente reflejada en muchos de los estudiantes con los que le toca compartir a diario, entiende sus desafíos y necesidades. Su bandera de lucha es que Chile llegue a mirar la educación técnica profesional como una oportunidad social y de crecimiento, “ahí nacen las innovaciones y los emprendedores”.

¿Cómo llegaste a ser parte de la Red de Mujeres Líderes en la formación técnico profesional que formó la Fundación Chile?
Fundación Chile organizó esta red que es nacional y ellos internamente nominaban a las mujeres que trabajan en el entorno de la educación técnico profesional. Debo reconocer que fue todo un orgullo y creo que es por la cercanía, por la calidad del trabajo que hacemos dentro de la Asociación de Industriales. Llevo seis años a cargo de los colegios, entonces ya tengo una trayectoria en materia de educación técnico profesional y ellos la han visto.

¿Cuál es el objetivo del proyecto?
En primera instancia fue conocernos y empezar un trabajo coordinado en lo que se refiere a lo técnico profesional, con una mirada de género. Por décadas, todo lo asociado a este tipo de educación fue liderado por hombres, lo que implicaba un sesgo bastante evidente en cuanto a las carreras y sus proyecciones. El hecho de aportar desde lo femenino, ayuda a cambiar las perspectivas, demostrar que existen roles distintos pero que en la práctica son complementarios y que la vocación no debe ser influenciada por ser hombres o mujeres. En términos de educación es una iniciativa altamente positiva pues incluye una perspectiva que estaba dejada de lado desde hace tanto tiempo.

¿Cuáles son los principales desafíos que enfrenta esta red?
Sin duda alguna, la distancia geográfica porque somos de distintas regiones y eso complejiza las reuniones. Entre Antofagasta y Santiago, no todo está conectado. Hay que generar reuniones para crear cambios en la inserción femenina en las ramas industriales, sensibilizar en temas que no todos comprenden, como las externalidades de los turnos y las condiciones que deben generarse para que empresas y mujeres sean compatibles.

 Con respecto al tema de género, ¿cuáles son los asuntos pendientes en cuanto a la igualdad laboral entre hombres y mujeres?
Hay muchísimos, pero gracias a mi trabajo he visto que en las grandes industrias sí existen buenas prácticas respecto al tema. Hay empresas que han implementado medidas importantes para solucionar problemáticas referidas a los post natales u otras situaciones que muchas veces las ponen en desventaja. Las experiencias existen, pero la comunidad no las ve. Debemos hacer visibles estas prácticas y que así lograr que la cultura cambie. Si se muestra que existen acciones con resultados positivos, las demás empresas se darían cuenta de que se puede, solo falta plantear los temas y conversar las soluciones.

 Como experiencia personal, ¿cómo se contrasta el ser parte de un equipo exclusivo de mujeres y a la vez trabajar como coordinadora de educación en colegios de hombres?
Hay un tema de contexto que ha cambiado mucho. Un ejemplo evidente es que hace solo una década era muy común que existieran colegios de hombres o de mujeres, sin embargo la realidad cambió y sabemos que hay un desafío en ese aspecto. Somos una sociedad compuesta por ambos géneros y en ese sentido, los adultos debemos allanar el camino para las nuevas generaciones. Yo soy ejecutiva en un gremio donde en el directorio son solamente hombres, pero he sido testigo de cómo buscan candidatas para que postulen. Es un paradigma que debe modificarse dentro de las empresas pues deben empoderar a sus ejecutivas para que tomen protagonismo en el escenario industrial.

En comparación con otros países, ¿cómo ves el nivel de la educación técnico profesional en Chile?
Al menos en nuestra región, tenemos un buen sistema dual y buen vínculo con la industria. Nosotros como AIA hemos alcanzo logros importantes gracias a nuestros afiliados, pero en general a la educación técnica a nivel país le falta mucho en términos de infraestructura. La formación no es mala, sino que falta mejorar las condiciones. Las familias deben involucrarse en la enseñanza de los niños, eso no está pasando. Todos miran como ejemplo a Finlandia, pero allá los papás están obligados a participar.

¿Cuáles son los principales cambios o desafíos a los que aspiran, en términos educacionales?
Lo principal es que el colegio de Antofagasta sea mixto a corto plazo. Y que los institutos de educación técnico profesional dejen de ser el pariente pobre de los demás, porque son una necesidad para la sociedad. Para estos chiquillos es un logro familiar, porque muchos son los primeros en tener un título aunque sea de nivel medio. Hay que darles la fuerza a los jóvenes para que al salir de cuarto medio, más allá de ganar plata, puedan decir “yo voy a hacer algo para que mi país crezca”.

AMAR, CRIAR Y EDUCAR

Kissy Gutiérrez siempre fue de esas mujeres que no quería casarse ni tener hijos. Pero cuando llegó a Antofagasta, arrancando de la vorágine de Santiago, conoció al hombre que hizo cambiar todos sus planes, Rodrigo Herrera. Hoy, casada hace quince años y con dos hijos, asegura que lo que más le gusta hacer “es ser mamá, esposa y trabajar con la educación técnica”.

Considerando que eres madre, ¿qué ha significado para ti estar involucrada en la educación?
Con mi hijo mayor cometí un montón de errores. Este trabajo me ha sensibilizado en cómo tratar a los niños, y en términos educativos también con mis propios hijos, porque conozco otras realidades, entonces es mucho más fácil hacer el análisis y entender los cambios que van viviendo mis hijos. Mi hijo mayor quiso probar la experiencia de estudiar en un liceo técnico. Fue su opción entrar al sistema municipal y ahí yo no podía influir. Eso me ayudó con mi profesión también, porque él estaba en un colegio particular subvencionado y pude ver las diferencias enormes.

Ahora hay muchas mujeres que lideran en el ámbito. En términos de educación es una iniciativa muy buena  para las mujeres y para definir un rol fundamental del género que se ha visto disminuido desde hace tanto tiempo.

 La formación técnica del país no es mala, sino que falta mejorar las condiciones. Las familias deben involucrarse en la enseñanza de los niños, eso no está pasando. Por ejemplo, en Finlandia tienen una excelente educación, pero los papás están obligados a participar.