El culto al rey

Por Marcelo Contreras

En 1998, Robert Fripp (72) llegó hasta Quilpué para dictar su curso Guitar Craft que involucra técnica de guitarra y meditación. Para los fans locales del rock progresivo que el líder de King Crimson estuviera en Chile era un cuento dulce y amargo. La banda había tocado en Buenos Aires, en 1994, sin cruzar hasta acá y de pronto el legendario guitarrista llegaba para una actividad con cupo limitado y sin promoción. En diciembre de 2004 hubo algo así como una revancha cuando Fripp, uno de los guitarristas de rock más inventivos de la historia —suya es la guitarra de Héroes de David Bowie—, debutó finalmente en la gira G3 junto a Steve Vai y Joe Satriani. El show fue desconcertante. Duró apenas veinticinco minutos y el músico ni siquiera se dejó ver en el escenario, refugiado en una esquina y sentado en un taburete, como es su costumbre.

La tercera debiera ser la vencida. El 12 de octubre debuta King Crimson en Chile en el Movistar Arena. Ahora se trata de una especie de mini orquesta rock de ocho músicos incluyendo tres bateristas. Suena extravagante, pero el proyecto eterno de Fripp, desde 1969, es una institución elástica por la que han pasado verdaderos genios como el baterista Bill Bruford que abandonó el éxito de Yes para unirse a King Crimson, y el guitarrista Adrian Belew que, en los setenta, se lo peleaban Frank Zappa y David Bowie, figura clave en el renacer del grupo en los ochenta, cuando se convirtieron en una banda que abrazaba la tecnología rompiendo con el pasado sinfónico de cruces metálicos, jazzeros y vanguardistas de sus primeros álbumes.

Hay montones de artistas parecidos a The Beatles, Led Zeppelin y The Rolling Stones, pero nadie ha logrado replicar a King Crimson.