¿Qué tal si trabajamos menos y florecemos más?

¿Dónde transcurren la mayor parte de las horas de vida de los chilenos sobre los veinticinco años? La respuesta es… en sus trabajos.

Chile es el quinto país que más trabaja de los treinta y seis países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), agrupación que afortunadamente integra Chile desde el año 2010 y que nos ha permitido comparar políticas y prácticas con data real y confiable. La OCDE tiene como misión promover políticas que mejoren el bienestar económico y social de las personas.

¿Qué nos dicen las cifras? Que los chilenos somos el quinto país que más trabaja de este grupo con casi 2.000 horas al año, siendo México el que más trabaja. El que menos trabaja es Alemania, con 1.360 horas al año; le siguen Dinamarca, Noruega y Holanda con 1.400; Inglaterra, con 1.680; y Estados Unidos, con 1.780. El promedio es de 1.760 horas. En resumen, mientras en Alemania se trabaja 26 horas a la semana, en Chile alrededor de 45… no poca diferencia, ¿cierto?

Pero “no por mucho madrugar amanece más temprano”; en efecto, Chile trabaja mucho, pero es penúltimo en productividad laboral (¡por veinticinco años seguidos!) y México, que es el que más trabaja, es último en productividad laboral.

A los chilenos y a los otros países del mundo, trabajar mucho no ha traído productividad, pero sí efectos impredictibles en nuestra salud física y mental. En nuestro país han crecido los índices de suicidio, depresión, licencias médicas, diabetes, consumo de fármacos, obesidad y otros… Esto mientras las personas trabajan incesantemente para generar recursos, habitualmente trasladándose en estresantes medios de transporte que les absorben un par de horas más del día en promedio. Con ello, el 82% de las personas que trabajan no tienen tiempo para nada más que ello de lunes a viernes. Solo les quedan disponibles el sábado y domingo.

Respecto a las horas de trabajo y al presencialismo, habitualmente exigido por jefes en Chile en pos de mayor productividad, hay un dato certero: en Chile se trabajaba, por ley, cuarenta y ocho horas semanales y la ley cambió, bajándolas a cuarenta y cinco, con gran revuelo empresarial. ¿Cuánto bajo la productividad? CERO… Como contraparte, los chilenos ganaron tres horas con sus familias y pasatiempos o deportes, generando mayor felicidad.

Debido a que el lugar donde más estamos es el trabajo y considerando que el sentido último de la vida es sentirnos plenos y hacer felices a los demás, la pregunta es: ¿somos felices los chilenos en nuestros trabajos? La respuesta mayoritaria, según el “Zoom al Trabajo” de la Universidad Adolfo Ibáñez, es NO. La mayoría de las personas no gustan de su empresa, ni de lo que hacen (o los hacen hacer) y tienen escasísima admiración por sus jefes y gerentes.

Lo más habitual es que no los admiren ni quieran tener la vida que sus jefes llevan. Entonces, las personas estamos demasiado tiempo en un lugar que no queremos y con un trato de sus jefes más bien autoritario, despectivo, soberbio y falto de afecto.

Estar tanto tiempo de la semana en ese ambiente nos genera infelicidad y emociones negativas. Las personas en un tono emocional negativo, no producen bien y es ahí donde se produce el círculo vicioso: exceso de trabajo, líderes inadecuados, improductividad, salud deteriorándose, vida que languidece…

Nuestra tarea pendiente es: mejores y más respetuosos líderes inspiradores, jornadas de trabajo más cortas, mejor salud física… Esto es lo que genera mayor productividad y una vida que florece. Ese mundo merecen nuestros hijos, que en la transformación digital que ya está presente, trabajarán menos y en mejor forma… más felices, más productivos y ¡con más tiempo para VIVIR!