Alejandra Stevenson: «No concibo la existencia sin la música”

El jazz llena sus días y la acompaña en todos los periodos que atraviesa. Aunque el camino no fue fácil, hoy está feliz de poder hacer lo que más le gusta: conectarse con la gente a través del canto.

Por Camila Bauer /Fotografías José Luis Salazar

Desde muy pequeña, Alejandra Stevenson Durán recuerda el impacto de las melodías en su vida. La hipnotizaban y le hacían compañía, lo que más tarde marcaría su carrera. De profesión comunicadora audiovisual, pasó casi veinte años dedicada al rubro. Luego vino la crisis asiática que la forzó a reinventarse. En el 2000 entró a la escuela de música Projazz en Santiago y partió lentamente su carrera como cantante.

Sin embargo, no fue hasta el 2012, tras la muerte de su madre, que replanteó su vida y decidió dedicarse a la música de forma profesional. Han pasado seis años y siente que encontró su espacio. “Estoy más consolidada como artista. Me siento cómoda interpretando a los grandes de la música contemporánea”.

¿Cómo partió tu pasión por la música?
Esperaba ver la Pantera Rosa, Los Picapiedras y todos los dibujos animados para escuchar la música, que era de Big Bands. Me hipnotizaban y marcaron un tiempo especial.

¿Quiénes marcan tu influencia musical?
Diana Krall, Norah Jones, Lisa Stansfield, aparte de Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan y todas las clásicas. Pero de las contemporáneas, por la modernidad de su trabajo, Diana Krall es mi musa inspiradora, la que más se ajusta a mi estilo: el jazz estándar, que son los clásicos del jazz de los años veinte o treinta y que han perdurado a través de los años y reinterpretados por distintas personas. Son las típicas canciones de jazz que uno escucha: All of me, Fly me to the moon

Difícil estilo musical, en esta época donde el reguetón es la moda…
Claro, es complicado. Yo sabía que me iba a costar, pero es lo que me gusta. Antes del 2000 lo único que había era el Club de Jazz en Santiago. Después empezaron a verse más lugares y a hacerse un poquito más masivo, aparecieron más cantantes de ese estilo. Acá en Rancagua es más difícil, porque no todo el mundo entiende y le gusta el jazz. Pero hay de todo para todos.

Te has mantenido fiel a tu estilo…
Al principio muy fiel. Pero con el paso del tiempo me di cuenta de que todo es en inglés y que el estilo no siempre lo entendían, menos la letra. Entonces abrí un poco el abanico. Por ejemplo, anoche canté temas de Víctor Jara y Mercedes Sosa. Ahí la gente vibra, cantan los coros,  aplauden y siguen el ritmo. Pero al principio, cuando empecé, era muy frustrante pensaba ¿qué estoy haciendo mal?  Ahora voy mezclando, canto principalmente jazz, pero también boleros y otras canciones como el soft rock, que está en el inconsciente colectivo de la gente, pues apenas escuchan los acordes se dan vuelta a mirarme.

Y llegas a gente más joven…
Claro, son canciones pop al estilo bossa nova o jazz. Entonces puedo cantar temas de Radiohead, de The Beatles, de The Police, de Boy George, y quedan súper bonitos.

¿Cómo fue tu participación en The Voice Chile?
Eso fue terrible, casi me muero. Yo soy súper quitada de bulla, no me gusta figurar mucho… pero tenía pánico escénico. Pensaba que en The Voice iba a aprender mucho de teoría y clases, pero lo único que aprendí fue a controlar mi pánico escénico.  Cuando llegué al programa me encontré con puros adolescentes, yo era la mayor, era la tía. Y fue horrible, una exposición brutal, una competencia feroz.  Pero había que hacerlo si no, me iba a arrepentir toda la vida.

¿Y cómo lograste superar el pánico escénico?
Tuve la suerte de quedar y pasar dos etapas, y eso me sirvió muchísimo a perder el miedo. Después de estar en el programa  me puse a trabajar, comencé a grabarme para perderle el susto al tema de la cámara. Hoy, ningún escenario me pone nerviosa.

¿Volverías a participar en algún programa como ese?
No, no volvería a hacerlo. No es lo mío. A mí lo que me gusta es lo que hago ahora. Un espacio chiquito, íntimo, donde la gente se conecta contigo, con la música. Anoche estaba cantando y había una pareja en un sillón que estaba de aniversario de matrimonio y les dije: les voy a cantar a ustedes toda la noche… y la niña lloraba de emoción. Nunca me había pasado, fue tan lindo. Con que haya una persona que se dé vuelta a mirarme cuando canto quedo feliz.

¿Es difícil la vida de los artistas en Chile?
Sí, aunque no es bien remunerado lo elegiría de nuevo. Es lo que me gusta… En Santiago te pagan mejor, hay más oportunidades, pero más competencia, y aquí en Rancagua hay calidad de vida. Pensé en irme a Santiago porque me acabo de separar, pero me quedo acá porque esta es una ciudad que me ha dado muchas alegrías, aquí he sido muy feliz y me quedo con lo bueno.

¿Dirías que la música es terapéutica para ti?
Toda la vida fue mi terapia. Como hija única, siempre sola, yo me refugiaba en la música y la escuchaba todo el día. Y para la gente también. Cuando me escuchan entran en un estado distinto… Yo no concibo la existencia sin la música.

¿Cuál es tu próximo desafío profesional?
Componer… porque en The Voice me di cuenta de que el hecho de cantar en inglés, jazz… no es nada si no compones. Entonces mi desafío ahora es tener tiempo para dedicarme a componer. Esto lo vengo pensando desde hace tiempo, pero no lo he podido hacer porque, aparte de cantar, en este país a no ser que seas Miriam Hernández, Luis Jara o Américo, tienes que trabajar en otras cosas, como el yoga en mi caso. Pero el canto es lo que me gusta hacer y mientras tenga voz voy a seguir cantando.

“Pensaba que en The Voice iba a aprender mucho de teoría y clases, pero lo único que aprendí fue a controlar mi pánico escénico”. 

“Toda la vida fue mi terapia. Como hija única, siempre sola, yo me refugiaba en la música y la escuchaba todo el día. Yo no concibo la existencia sin la música”.